Sal de las Redes: ¿un movimiento ciudadano progresista en Panamá?
Sal de las Redes es un colectivo panameño de jóvenes que nació en 2019 para impulsar la participación cívica fuera de las redes sociales. Está formado por unos diez integrantes de entre 20 y 30 años, bajo el liderazgo inicial de José Isaac González.
Desde sus inicios han jugado un papel clave organizando manifestaciones y protestas en favor de la transparencia gubernamental, la lucha contra la corrupción, la promoción de la justicia social y la exigencia de rendición de cuentas por parte de las autoridades.
En otras palabras, buscan crear una comunidad de ciudadanos comprometidos que “promueva la participación ciudadana mediante la acción”, tal como proclaman en sus redes oficiales.
Acciones y objetivos del colectivo
Sal de las Redes se dio a conocer convocando al pueblo panameño a salir a las calles en diversos temas de interés nacional. Por ejemplo, desde 2019 han protestado contra propuestas de reformas constitucionales, denunciaron el mal uso del presupuesto durante la pandemia de COVID-19, e incluso lideraron manifestaciones por el escándalo de abusos en los albergues infantiles bajo supervisión de la SENNIAF (la agencia de niñez), exigiendo justicia para los menores afectados.
Estos jóvenes activistas han demostrado preocupación por temas muy variados: desde la falta de agua para el Canal de Panamá (y el peligro que esto supone si no se toman medidas ambientales) hasta el alto costo de la energía eléctrica en el país.
En todas estas causas, su objetivo común es defender los derechos de la ciudadanía (como el derecho a un ambiente sano, tarifas justas y protección de los vulnerables) y exigir que el gobierno escuche las demandas populares.
Una de las acciones más notorias de Sal de las Redes fue su liderazgo en las protestas antiminería a finales de 2023. El colectivo convocó a decenas de miles de panameños para oponerse a un controversial contrato que permitía la explotación minera a cielo abierto por parte de una empresa extranjera.
A través de Instagram, Twitter y TikTok, motivaron a la gente a “salir de sus celulares, salir de las redes para venir acá”, es decir, a dejar la comodidad de las redes sociales y manifestarse en las calles. Gracias a esta movilización ciudadana, más de 50.000 personas llegaron a concentrarse en la Cinta Costera de Ciudad de Panamá y marcharon pacíficamente por las avenidas, enviando un mensaje claro de rechazo al contrato minero.
Incluso se organizaron protestas creativas, como manifestantes que se trasladaron en bote hasta el puerto por donde la minera exportaba el cobre, llevando la protesta literalmente hasta la puerta de la empresa.
Estas demostraciones de fuerza lograron presionar al gobierno: la polémica Ley 406 que aprobaba el contrato minero fue suspendida y posteriormente declarada inconstitucional por la Corte Suprema, reflejando el impacto de la movilización social.
En abril y mayo de 2025, Sal de las Redes continuó activo, ahora con un conjunto de exigencias más amplio. Tras la firma de acuerdos internacionales sobre el Canal de Panamá que, según el grupo, ponían en riesgo la soberanía nacional, el presidente José Raúl Mulino invitó al colectivo a un diálogo. Sin embargo, Sal de las Redes rechazó la invitación argumentando que “no puede haber diálogo posible cuando se ha decidido quebrantar el Estado de Derecho y poner en riesgo la soberanía nacional”.
En un comunicado público, el movimiento presentó tres demandas principales al gobierno:
- Cierre definitivo del proyecto minero a cielo abierto, respetando el fallo judicial que lo declaró inconstitucional y la voluntad popular expresada en las calles. En otras palabras, no reactivar la mina, sino clausurarla por completo en protección del ambiente y la salud pública.
- Revisión de los acuerdos internacionales que afecten el Canal de Panamá y sus alrededores – en particular un memorándum de entendimiento con Estados Unidos – y sometimiento de dichos temas de soberanía a consulta ciudadana vía referéndum. El grupo teme que ese acuerdo abra la puerta a presencia militar extranjera en territorio panameño, algo que consideran una afrenta a la independencia del país.
- Derogación de la Ley 462, que reformó el sistema de la Caja del Seguro Social (CSS), al considerarla alejada de las verdaderas necesidades sociales de Panamá. Esta ley de pensiones había generado mucho descontento, especialmente entre gremios de trabajadores y docentes que también se mantenían en huelga en esos días.
“El presidente quiere diálogo, pero los ciudadanos ya han hablado en las calles”, declaró Sal de las Redes al reafirmar su postura.
El colectivo enfatiza que no representan a ningún partido político ni buscan puestos de poder; se definen más bien como “un movimiento de ciudadanos organizados y vigilantes ante las decisiones gubernamentales”.
Su promesa fue mantener la presión mediante protestas pacíficas y creativas “en defensa del país y de todos los panameños”, canalizando el sentir de diversos sectores de la sociedad que se sienten ignorados.
¿Tácticas de izquierda clásica, nueva izquierda o movimiento ciudadano?
Las acciones y el discurso de Sal de las Redes presentan muchos rasgos que históricamente se asocian a los movimientos sociales de izquierda o progresistas. En particular, el colectivo practica una crítica frontal a las instituciones: cuestiona la legitimidad de decisiones del Ejecutivo y denuncia la corrupción o falta de transparencia de las autoridades. Por ejemplo, durante las protestas contra la minería, uno de sus voceros exclamó un contundente “no a un gobierno corrupto que no escucha a su pueblo”, mostrando abiertamente su desafío a la autoridad establecida. Este tipo de denuncia pública recuerda a la tradición de la izquierda latinoamericana de exigir cambios estructurales cuando el gobierno no responde a las necesidades populares.
Asimismo, Sal de las Redes se apoya en la movilización ciudadana masiva como principal herramienta de presión, otra característica típica de los movimientos de izquierda desde el siglo XX hasta hoy. Al igual que los movimientos estudiantiles y sindicales de antaño, han organizado marchas, cierres de calle, cacerolazos y concentraciones multitudinarias. La diferencia es que, siendo una organización surgida en la era digital, saben aprovechar las redes sociales para lograr convocatorias enormes en poco tiempo.

Sus protestas han incluido actos de acción simbólica muy potentes: por ejemplo, portar la bandera panameña y cantar el himno en defensa de la soberanía, o manifestarse frente a sitios emblemáticos (la sede de la Senniaf en el caso de los albergues, la Presidencia, la Asamblea Nacional, etc.) para dar mayor visibilidad a sus causas. Todo esto busca generar conciencia entre la población y mantener la atención mediática sobre los problemas que denuncian, otra táctica común de los movimientos progresistas.
Sin embargo, a diferencia de la izquierda clásica, este colectivo no sigue una ideología partidista definida (como el socialismo marxista) ni cuenta con una estructura jerárquica rígida. No es un partido político ni un sindicato tradicional, sino más bien un movimiento horizontal de jóvenes que colabora con otras organizaciones de la sociedad civil. Por ejemplo, durante la lucha contra la minería metálica, Sal de las Redes coordinó esfuerzos con grupos ambientalistas como CIAM y la alianza “Panamá Vale Más Sin Minería”.
También sus causas abarcan una variedad de frentes (ambiental, económico, institucional) que involucran a distintos sectores sociales. En eso se asemejan más a la nueva izquierda o movimientos ciudadanos contemporáneos, que suelen articular luchas multitemáticas (por la ecología, los derechos humanos, la honestidad política, etc.) en vez de centrarse en una sola ideología económica.
La “revolución molecular” y la presión en múltiples frentes
La idea de la “revolución molecular” se ha usado para describir la estrategia de ciertas protestas modernas. Consiste en varias acciones clave destinadas a debilitar al gobierno de forma gradual, casi como ataques “moleculares” (pequeños pero numerosos) en vez de un solo golpe revolucionario.
Estas acciones incluyen crear conflictos locales o simbólicos, deslegitimar a las instituciones, fragmentar las luchas sociales y saturar al Estado con múltiples frentes de protesta, todo lo cual busca desestabilizar al poder e incluso “hacerlo parecer incapaz de gobernar”.
A continuación, analizamos si Sal de las Redes emplea (consciente o inconscientemente) estas tácticas y con qué objetivo:
Creación de conflictos locales y simbólicos
Sal de las Redes suele enfocar la atención pública en temas concretos que tienen un gran valor simbólico para la población panameña. Un ejemplo claro es la defensa de la soberanía del Canal de Panamá.
Cualquier asunto relacionado con el Canal (orgullo nacional panameño desde su devolución en 1999) tiene un poder especial para polarizar la opinión pública y unir a muchos ciudadanos en defensa del patrimonio nacional. Cuando el colectivo denunció el acuerdo con Estados Unidos por el Canal, estaba encendiendo un conflicto simbólico: la idea de Panamá independiente versus injerencia extranjera.
De modo similar, la causa ambiental contra la gran minería en suelo panameño fue planteada como un conflicto entre los pueblos y la tierra versus los intereses corporativos foráneos. Estas luchas localizadas (un contrato minero, un memorándum específico, una ley puntual) se convierten en emblemas de problemas más amplios (soberanía, corrupción, justicia social), ayudando a sensibilizar y también a indignar a la población.
Es innegable que al resaltar estos conflictos, el movimiento ha contribuido a polarizar algunas discusiones: por un lado, muchos ciudadanos apoyan sus demandas, pero por otro lado los defensores del gobierno los acusan de exagerar o agitar las aguas.
No obstante, esa polarización no es necesariamente buscada de mala fe, sino una consecuencia de tocar temas sensibles.
En suma, Sal de las Redes sabe elegir batallas concretas que resonan en la gente, utilizando lo simbólico (la patria, la bandera, la ley) para galvanizar apoyo y presionar por cambios.
Deslegitimación de instituciones y autoridades
Una de las características más fuertes de Sal de las Redes es su discurso crítico hacia quienes están en el poder. El colectivo constantemente cuestiona la legitimidad de las acciones gubernamentales que considera erradas. Al decir que el Gobierno “ha quebrantado el Estado de Derecho”, están acusando a las autoridades de violar las propias leyes y principios democráticos, lo cual erosiona la confianza pública en esas instituciones.
Del mismo modo, al calificar al gobierno de turno como “corrupto” o sordo al pueblo, buscan restarle autoridad moral frente a la ciudadanía. Históricamente, los movimientos de izquierda han empleado esta táctica para debilitar el apoyo a gobiernos considerados opresores o injustos – desde denunciar dictaduras hasta evidenciar escándalos de corrupción en democracias.
En el caso de Sal de las Redes, la deslegitimación no es un fin en sí mismo sino un medio: al destacar la falta de transparencia, la violencia policial (cuando la hay) o el incumplimiento de fallos judiciales por parte del Ejecutivo, intentan generar indignación y que más panameños exijan rectificaciones.
Algunos detractores, sin embargo, ven peligro en esta estrategia porque podría crear “desconfianza y caos” si la gente deja de creer en todas las instituciones. De hecho, en Colombia durante las protestas de 2021, políticos conservadores llegaron a acusar a los manifestantes de adelantar una “revolución molecular disipada” precisamente por tratar de “impedir la normalidad, escalar el caos y copar” al Estado con disturbios.
En resumen, Sal de las Redes sí cuestiona abiertamente a las autoridades (Presidente, ministros, Asamblea, Corte) cuando cree que fallan, lo cual puede minar la imagen de estos líderes ante el público. Es una táctica arriesgada pero común en movimientos ciudadanos que buscan un cambio urgente.
Fragmentación de las luchas sociales
Por fragmentar se entiende dividir las luchas en muchas causas simultáneas en lugar de una sola batalla unificada. A primera vista, Sal de las Redes parece unificar diferentes reclamos (ambientales, económicos, institucionales) bajo una misma bandera ciudadana.
Sus protestas integran a ambientalistas anti-minería, estudiantes indignados por la corrupción, trabajadores preocupados por sus pensiones, nacionalistas defensores del Canal, etc. Sin embargo, desde la perspectiva del Estado, enfrentar múltiples demandas a la vez puede ser más complicado que lidiar con un movimiento que tenga un único objetivo.
En este sentido, la estrategia del colectivo sí introduce una cierta “fragmentación” de la agenda: un día la discusión nacional gira en torno al tema minero, al siguiente sobre la Caja del Seguro Social, al otro sobre la transparencia en tal institución. Esta diversidad de frentes puede dificultar que el gobierno dé una respuesta integral, pues cada grupo protesta por lo suyo. Por ejemplo, a finales de abril de 2025 coincidieron en Panamá protestas de estudiantes y jóvenes (convocados por Sal de las Redes) con huelgas de gremios docentes y obreros, cada cual con sus exigencias propias, desde la Ley 462 de seguro social hasta la reapertura de la mina.
Visto así, las luchas sociales estaban fragmentadas pero ocurrían al mismo tiempo, compuestas de distintas causas que saturaban el panorama.
La llamada “revolución molecular” señala que esta fragmentación intencional busca impedir respuestas coordinadas del gobierno. En el caso de Sal de las Redes, más que dividir al movimiento social, han logrado algo interesante: conectar varias causas bajo un paraguas ciudadano.
No es que unos protesten en contra de otros – todos quieren mejoras, aunque en distintos ámbitos – pero sí han logrado que todas las quejas suenen a la vez. Esto ejerce más presión porque satura la capacidad de respuesta del Estado (no puede enfocarse en un solo frente) y mantiene las protestas relevantes para diferentes grupos de la población.
Saturar al Estado con múltiples frentes
Esta es quizás la característica más evidente. Sal de las Redes y otros colectivos aliados han conseguido que el gobierno panameño enfrente protestas simultáneas en varios frentes. En pocas semanas debieron atender la crisis del contrato minero, el malestar por la Ley de la CSS, y las críticas por el acuerdo del Canal, entre otros.
El propio grupo declaró que seguiría con sus movilizaciones “en defensa del país” hasta lograr cambios. La presión se sintió: mientras miles de ciudadanos marchaban en la capital, también había cierres de calle en provincias del interior, protestas frente a instituciones y hasta manifestaciones marítimas, como mencionamos.
Esta situación de “todos los frentes activos” puede dar la imagen de que el Estado está rebasado o, como dicen algunos, de que el gobierno luce “incapaz de gobernar” eficazmente. Un ejemplo histórico ocurrió en Colombia en 2021: las protestas que iniciaron contra una reforma tributaria se extendieron a tantas áreas (salud, educación, derechos civiles, abusos policiales) que derivaron en un estallido nacional. Hubo bloqueos en vías, cacerolazos nocturnos y marchas constantes, que obligaron al presidente Duque primero a retirar la reforma fiscal y luego a hacer más concesiones.
De modo similar, en Panamá la administración tuvo que retroceder en algunas decisiones impopulares ante la intensidad y permanencia de las protestas. Para los activistas de Sal de las Redes, saturar al Estado no es un fin destructivo, sino una forma de mantener la presión hasta que las autoridades atiendan las distintas demandas ciudadanas. Ellos mismos han dicho que continuarán ejerciendo presión en todos los espacios necesarios (redes sociales, tribunales, calles, diálogo público) para lograr un Panamá “soberano” y con justicia social.
En síntesis, la estrategia de múltiples frentes ha sido efectiva para arrancar respuestas (por ejemplo, la Corte Suprema agilizó el fallo sobre la mina y lo declaró inconstitucional, y el gobierno convocó a diálogos y anunció revisiones de acuerdos). No obstante, también conlleva el riesgo de agotar la capacidad del Estado y generar inestabilidad si se prolonga demasiado.
Como vemos, Sal de las Redes sí comparte varias tácticas atribuidas a la “revolución molecular”. Son protestas descentralizadas, locales pero coordinadas, con un fuerte componente simbólico y la intención de sacudir al sistema.
Algunos críticos extremos (como un exasesor chileno citado en Colombia) han llegado a tildar estos movimientos de “guerrillas urbanas desarticuladas” que buscan simplemente caos y dominación propia. Sin embargo, esa visión parece ignorar que detrás de las protestas hay reclamos genuinos de la población.
No se trata de protestar por protestar
Sal de las Redes siempre enmarca sus acciones en demandas concretas (leyes injustas, contratos lesivos, corrupción, abusos) y hasta propone soluciones o cambios específicos. Por ejemplo, en el caso de los albergues infantiles propusieron crear comités de expertos y unidades especiales para atender a los niños víctimas. Esto demuestra que más que subvertir por ideología, buscan mejoras reales en políticas públicas.
Movimientos similares en Latinoamérica y el mundo
Lo que ocurre en Panamá con Sal de las Redes no es un fenómeno aislado. En la última década ha surgido una nueva ola de movimientos sociales con dinámicas parecidas en distintos países, generalmente liderados por jóvenes y amplificados por las redes sociales.
Un caso emblemático fue el “Estallido Social” en Chile en 2019.
Allí, una protesta estudiantil contra un alza simbólica en el precio del pasaje de metro (¡el boleto subió unos pocos centavos!) encendió la indignación acumulada y se convirtió en un movimiento nacional masivo contra la desigualdad. Sin líderes partidarios al frente, miles de chilenos se autoconvocaron por Twitter, Facebook e Instagram para saltar los torniquetes del metro y tomar las calles exigiendo cambios profundos.

En pocos días las protestas crecieron a más de un millón de personas en Santiago y otras ciudades, uniendo a estudiantes, trabajadores y familias completas. Las demandas se multiplicaron: mejores salarios, pensiones dignas, educación y salud accesibles, y sobre todo una nueva Constitución que reemplazara a la heredada de la dictadura. Fue tal la presión en múltiples frentes (paros, marchas diarias, cacerolazos nocturnos, denuncias de abusos policiales) que el gobierno chileno cedió y acordó iniciar un proceso constituyente.
Este es un ejemplo claro de cómo conflictos locales (el pasaje del metro) escalaron a un nivel simbólico nacional, deslegitimando al gobierno de turno y forzando cambios estructurales, en línea con la idea de la revolución molecular.
Otro ejemplo es el movimiento de protestas en Colombia en 2021, conocido como el Paro Nacional.
Comenzó por una reforma tributaria impopular que afectaba a la clase media y baja, pero pronto incorporó muchas otras causas sociales. En las marchas colombianas se escuchaban consignas contra la reforma a la salud, por mejores oportunidades para los jóvenes, contra la brutalidad policial y hasta pidiendo la renuncia de altos funcionarios. Las protestas se extendieron por todo el país, con bloqueos de carreteras, manifestaciones artísticas y la activa participación de jóvenes denominados “Primera Línea” que se organizaban para proteger a los demás manifestantes.

La presión social sostenida durante semanas logró que el presidente retirara la reforma tributaria propuesta y destituyera a varios ministros cuestionados. Al igual que en Panamá, las autoridades inicialmente respondieron con represión en algunos casos, lo que solo aumentó la indignación y dio más fuerza a las movilizaciones. En Colombia incluso se habló (como vimos) de la teoría de la “revolución molecular disipada” para describir cómo muchas protestas pequeñas estaban desafiando al Estado central. Esto muestra que tácticas semejantes – protestas descentralizadas, impulsadas por redes sociales, con demandas múltiples – se han visto en distintas democracias actuales.
Otros movimientos a nivel global
Por ejemplo, los “Indignados” en España (15M), Occupy Wall Street en Estados Unidos, la Primavera Árabe o protestas en Hong Kong, donde la combinación de juventud descontenta y comunicación digital cambió las reglas del juego.

En todos estos casos, las redes sociales tuvieron un rol protagónico para convocar manifestantes y difundir información al margen de los canales oficiales. De hecho, analistas señalan que hoy en día hay dos elementos en común en muchas de estas protestas: el uso generalizado de medios digitales y una nueva generación de jóvenes descontentos que son expertos en usarlos. Esa combinación ha alterado el equilibrio de poder entre la sociedad y los gobiernos, empoderando a la ciudadanía para organizarse de formas antes impensables.
¿Izquierda, progresismo o ciudadanía activa?
El colectivo Sal de las Redes opera dentro de una lógica claramente progresista y ciudadana, alineada con las corrientes de la izquierda contemporánea, aunque no se identifica con ningún partido político tradicional.
Sus acciones encajan con la tradición de los movimientos de izquierda en cuanto a la crítica institucional, la defensa de causas sociales (medio ambiente, niñez, seguridad social) y la movilización popular como herramienta de cambio. A la vez, encarnan la nueva forma de hacer política de los jóvenes: horizontal, creativa, descentralizada y muy apoyada en las redes sociales para lograr participación masiva.
No estamos ante una “izquierda clásica” que busque una revolución armada o instaurar un modelo ideológico específico, sino ante un movimiento ciudadano que exige buen gobierno, equidad y respeto a los derechos, valores que calzan con el ideario progresista universal. Ellos mismos recalcan que son ciudadanos comunes organizados y no líderes político-partidistas. En su narrativa hablan de Panamá soberana, justa y transparente, lo cual apela más al patriotismo cívico y al sentido común de justicia que a una teoría política cerrada.
Dicho esto, Sal de las Redes sí demuestra que la juventud panameña está retomando banderas que históricamente han sido impulsadas por la izquierda: la protección de los más vulnerables, el cuidado del ambiente, la participación popular en las decisiones y la vigilancia al poder.
Sus métodos de protesta (pacíficos pero firmes, multitudinarios y a veces incómodos para el gobierno) reflejan esa continuidad con los movimientos sociales del pasado, actualizada al siglo XXI. En términos de la “revolución molecular”, podríamos decir que Sal de las Redes ha logrado activar las moléculas de la sociedad panameña: miles de personas que quizá antes solo se quejaban en internet, ahora salieron a las calles a exigir cambios reales.
En última instancia, más allá de etiquetas ideológicas, el caso de Sal de las Redes demuestra el poder de la ciudadanía cuando se organiza. Para un joven de 15 años en adelante, la lección es inspiradora: un grupo pequeño de personas convencidas pudo despertar la conciencia de toda una generación y presionar para corregir injusticias.
Ya sea que lo llamemos movimiento de izquierda, revolución molecular o simplemente activismo ciudadano, está claro que cuando la población se une y alza su voz de forma informada y pacífica, puede influir en las decisiones del país. Sal de las Redes opera con esa convicción, y su ejemplo se suma a la historia de tantos otros movimientos en Latinoamérica y el mundo donde los jóvenes han estado al frente, demostrando que la democracia no se reduce a votar cada cierto tiempo, sino que también se construye saliendo de las redes para participar activamente en la sociedad.
Análisis del Comunicado
Presento a continuación un análisis segmentado y estructurado del comunicado reciente de Sal de las Redes:
Red flags (alertas discursivas y de postura)
- Negativa absoluta al diálogo: La primera frase establece de manera categórica que “no puede haber diálogo posible”. Esta negativa frontal es una red flag porque rechaza cualquier vía institucional de negociación, lo que puede percibirse como una postura inflexible y radicalizada.
- Enfatiza el concepto de soberanía: El uso repetitivo de términos como “soberanía nacional” y “Estado de Derecho” es un indicativo de que la narrativa busca fortalecer un marco simbólico muy potente en Panamá, pero también puede ser instrumentalizado para movilizar emocionalmente a la población.
Comportamiento típico de un movimiento progresista o de izquierda
- Defensa de la justicia social: La exigencia de derogar la Ley 462 sobre la Caja del Seguro Social muestra preocupación por los derechos laborales y sociales, típica de movimientos progresistas.
- Protección ambiental: La oposición tajante a la minería metálica a cielo abierto refleja valores ecologistas, asociados tradicionalmente con la nueva izquierda.
- Anticolonialismo y defensa de la soberanía: La crítica al memorándum con EE. UU. apunta a una línea antiimperialista, presente históricamente en la izquierda latinoamericana.
- Horizontalidad: Declaran explícitamente no ser una “cúpula de dirigentes”, lo cual es característico de movimientos ciudadanos contemporáneos que se distancian de jerarquías políticas tradicionales.
Falacias detectadas
- Falsa dicotomía: Al decir “no puede haber diálogo posible cuando se ha decidido quebrantar el Estado de Derecho”, se presenta un escenario de todo o nada, como si la única opción fuera la ruptura total o la completa razón de su parte. No reconoce matices ni posibles vías de entendimiento parcial.
- Apelación a la emoción (pathos): El comunicado utiliza frases cargadas emocionalmente, como “pisotea la soberanía nacional por la que generaciones de panameños han luchado”, para fortalecer la indignación pública.
- Generalización apresurada: Afirman que “este país no es un país minero” basándose en manifestaciones recientes, lo cual no necesariamente representa la totalidad del debate nacional o su complejidad histórica y económica.
Posibles elementos de manipulación
- Uso intensivo de símbolos patrióticos: El comunicado explota temas sensibles como la soberanía y la independencia nacional para movilizar apoyo, lo cual puede llevar a reforzar la polarización en la opinión pública.
- Descalificación del adversario: La narrativa posiciona al Ejecutivo directamente como violador del Estado de Derecho y deja poco margen para la posibilidad de error o reinterpretación jurídica, lo cual endurece la percepción pública.
- Construcción del enemigo externo: Mencionan la posible presencia militar extranjera, algo que aunque es preocupante, puede generar temor desproporcionado si no se contextualiza debidamente (lo cual no se hace en el texto).
Posibles motivaciones
- Fortalecimiento de la base social: El tono contundente puede estar diseñado para consolidar la unidad y el respaldo de su base, especialmente después de las protestas antiminería y otros eventos recientes.
- Presión para ganar concesiones: Aunque niegan querer negociar, la presión ejercida podría buscar empujar al gobierno a hacer concesiones indirectas o a retroceder en decisiones estratégicas.
- Visibilidad y liderazgo social: Reafirmar públicamente su postura ayuda a mantener el protagonismo mediático y a consolidar su imagen como uno de los principales actores de la sociedad civil.
¿Está patrocinado?
No hay evidencia directa en este comunicado que indique patrocinio externo o injerencia financiera. El lenguaje utilizado es coherente con un movimiento ciudadano local. Sin embargo, la magnitud de sus movilizaciones pasadas y la capacidad organizativa hacen que siempre sea pertinente seguir observando a futuro si hay alineamientos con ONG internacionales, partidos o entidades externas.
Fallos en la lógica
- Contradicción implícita: Dicen no querer diálogo pero simultáneamente presentan exigencias públicas que, por naturaleza, implican esperar una respuesta del Estado. Esto plantea una disonancia: si rechazan el diálogo, ¿cómo esperan lograr acuerdos institucionales?
- Exigencia poco viable: Plantear un referéndum para cada acuerdo internacional que afecte al Canal o sus zonas circundantes es jurídicamente y operativamente complejo; esto puede ser más simbólico que factible en la práctica.
Comparación con la revolución molecular
Este comunicado encaja parcialmente con los elementos señalados en la teoría de la “revolución molecular”:
Acción clave identificada | Ejemplo en el comunicado | Objetivo alcanzado/potencial |
Crear conflictos locales y simbólicos | Defensa del Canal, rechazo a la minería | Polarización, movilización emocional |
Deslegitimar instituciones y autoridades | Acusación directa de quebrantar el Estado de Derecho | Desconfianza pública en el Ejecutivo |
Saturar al Estado con múltiples frentes | Incluye minería, soberanía canalera y reforma de la Caja del Seguro Social (CSS) | Presión multifrontal, desgaste de la capacidad estatal |
No se detecta, en este caso concreto, una fragmentación interna de las luchas sociales (parece más bien una unificación de causas) ni tácticas violentas o de sabotaje. El comunicado insiste en un marco pacífico y ciudadano.
El comunicado es un ejemplo típico de movilización ciudadana progresista, con un tono fuerte, pero hasta ahora manteniendo la narrativa dentro de los límites legales y pacíficos.
Sin embargo, emplea varias tácticas conocidas en la historia de los movimientos de izquierda: crítica frontal, simbolismo fuerte, presión multitemática y resistencia a los canales tradicionales de negociación.
Aunque no hay evidencia concreta de que se trate de una operación estructurada de “revolución molecular”, sí replica ciertas dinámicas (consciente o no) que buscan presionar al Estado desde distintos frentes simultáneamente, utilizando símbolos patrióticos para fortalecer su legitimidad popular.
Reflexión
Aunque frecuentemente se piensa que la protesta social es solo cosa de movimientos de izquierda, la verdad es que salir a las calles es un derecho que le pertenece a cualquier ciudadano que sienta que hay injusticia o corrupción. Todos tenemos derecho a protestar.
Las movilizaciones masivas también surgen de sectores de la derecha, como grupos conservadores, movimientos religiosos o colectivos ciudadanos que no tienen una alineación ideológica clara. Esto sucede especialmente cuando hay causas contundentes, como la corrupción, la injusticia o la violación de derechos. En este caso, probablemente la derecha no está haciendo un muy buen trabajo.
Pero, la esencia de la protesta no se limita solo a la causa que la impulsa; también se trata de cómo se comunica (marco discursivo), de la estrategia que se utiliza y de la visión (a argo plazo) sobre el cambio social que se tiene.
En el caso de Sal de las Redes, aunque sus demandas tocan temas que cuentan con un amplio apoyo (como la defensa del medio ambiente y la soberanía), su forma de actuar, que incluye una crítica profunda al sistema, una presión que abarca múltiples temas y un compromiso constante con la vigilancia ciudadana, muestra patrones que históricamente se han alineado más con el progresismo y la nueva izquierda que con un simple movimiento ciudadano neutral.
La amplitud de su agenda, la presión constante y el uso intensivo de simbolismos patrióticos son parte de un modelo organizativo que va más allá de una protesta ocasional, acercándose a dinámicas que hemos visto en movimientos sociales que buscan un cambio estructural.
Un rasgo distintivo en movimientos de izquierda (o progresistas amplios) es la tendencia a abrir múltiples frentes simultáneamente: ecología, derechos sociales, soberanía, etc. Esto no es común en movimientos ciudadanos más acotados o de derecha, que suelen ser más específicos y focalizados.
En Sal de las Redes, el comunicado y su historial muestran esa lógica: no solo abordan el tema minero, sino que también incluyen demandas sobre el Canal y la Caja del Seguro Social, lo que los enmarca en una agenda multisectorial.
No es solo la protesta en sí misma lo que define la ideología, sino la manera en que se expresa, el tipo de discurso que se utiliza, la profundidad de los cambios que se busca y cómo se proyecta a lo largo del tiempo. Esa es la clave para diferenciar y evitar caer en simplificaciones.