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Diputados de la Asamblea Nacional conforman grupo de amistad entre China y Panamá

Sep 30, 2025
Diputados de la Asamblea Nacional de Panamá conforman gurpo de amistad entre Panamá y China - Análisis de Tu Política
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  • Una historia que se repite en el tablero de ajedrez geopolítico
  • Los antecedentes históricos de una relación compleja
  • El giro histórico de 2017: cuando los números hablaron más fuerte que la ideología
  • La diplomacia parlamentaria como nueva frontera del enfrentamiento
  • Las diferencias conceptuales: soberanía versus hegemonía
  • Los mecanismos psicológicos y comunicacionales del poder
  • La realidad verificable de los proyectos e inversiones
  • La reflexión crítica: identificando nuestros propios sesgos
  • Una decisión que trasciende las coyunturas
  • Lo que debes recordar

Una historia que se repite en el tablero de ajedrez geopolítico

En el salón Azul de la Asamblea Nacional panameña, el pasado 29 de septiembre de 2025, nueve diputados alzaron su mano derecha para jurar su adhesión al recién conformado Grupo Parlamentario de Amistad entre Panamá y China. Mientras la embajadora china Xu Xueyuan observaba complacida desde primera fila, una pregunta flotaba en el ambiente: ¿estamos siendo testigos de una decisión soberana del legislativo panameño o de un nuevo capítulo en la rivalidad geopolítica mundial que convierte a Panamá en campo de batalla.?

La escena no podía ser más contrastante con lo ocurrido apenas un mes antes, en agosto de 2025, cuando el embajador estadounidense Kevin Marino Cabrera presidió la juramentación de otro grupo de diputados que se adhirieron a la Alianza Interparlamentaria sobre China, una organización que Washington considera fundamental para «detener la amenaza china». Dos ceremonias, dos visiones del mundo, un mismo país: Panamá se encuentra nuevamente en el epicentro de las tensiones entre las dos superpotencias mundiales.

¿Cómo llegamos a este punto donde los diputados panameños deben elegir bandos en una guerra fría del siglo XXI?

Los antecedentes históricos de una relación compleja

Para entender la dimensión de lo que ocurrió el 29 de septiembre, debemos remontarnos al 30 de marzo de 1854, cuando el barco «Sea Witch» arribó a la bahía de Panamá con 705 trabajadores chinos contratados para la construcción del ferrocarril transístmico. Aquellos hombres llegaron como parte de un sistema de trabajo por contrato que los convertiría en protagonistas de una de las tragedias más silenciadas de la historia panameña: enfrentando condiciones infrahumanas, discriminación racial sistemática y privados de su ración diaria de opio, muchos optaron por el suicidio masivo.

La ironía histórica es evidente: los mismos trabajadores chinos que ayudaron a construir la columna vertebral de la economía panameña fueron declarados «ciudadanos indeseables» por una ley de 1903, se les impuso un impuesto individual discriminatorio en 1913, y en 1941 la constitución de Arnulfo Arias les revocó su ciudadanía. Solo en 1946 recuperarían sus derechos.

Esta comunidad china, que hoy representa aproximadamente 135,000 personas —el 4% de la población panameña—, no solo sobrevivió sino que se integró profundamente en el tejido social del país. Sin embargo, la relación diplomática oficial siguió un camino tortuoso marcado por la Guerra Fría.

Desde 1911, Panamá había mantenido relaciones diplomáticas con China. Cuando en 1949 los comunistas de Mao Zedong derrotaron al Partido Nacionalista, Panamá tomó una decisión que definiría su posición durante las siguientes siete décadas: reconocer a Taiwán como el gobierno legítimo de China. Durante 66 años, Panamá fue el aliado más importante de Taiwán en América Latina, manteniendo una embajada en Taipei y recibiendo cooperación no reembolsable de 72 millones de dólares entre 2014 y 2019.

El giro histórico de 2017: cuando los números hablaron más fuerte que la ideología

El 13 de junio de 2017 marca un punto de inflexión en la historia panameña. El presidente Juan Carlos Varela anunció al mundo el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China y la ruptura simultánea con Taiwán. La decisión no fue casual: China se había convertido en el segundo usuario más importante del Canal de Panamá y el principal proveedor de mercancías de la Zona Libre de Colón.

Los números eran contundentes. En 2016, el comercio bilateral China-Panamá ascendía a 6,380 millones de dólares. Para 2024, esa cifra había alcanzado los 12,840 millones, duplicándose en ocho años. La inversión directa china pasó de 270 millones de dólares en 2016 a 1,400 millones en 2023. Panamá se convirtió en el primer país latinoamericano en adherirse a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, el proyecto geopolítico más ambicioso del presidente Xi Jinping.

La reacción en Taiwán fue inmediata y enérgica. Su gobierno calificó la decisión panameña como una «ruptura unilateral» que ignoraba «años de amistad», y anunció el «cese total de la cooperación y asistencia bilateral». Para Beijing, la decisión panameña estaba «a tono con los tiempos que corren» y era «totalmente acorde» con los intereses del pueblo panameño.

La diplomacia parlamentaria como nueva frontera del enfrentamiento

El establecimiento del Grupo Parlamentario de Amistad entre Panamá y China responde a una estrategia más amplia de la diplomacia china conocida como «diplomacia parlamentaria». China mantiene relaciones con más de 43 legislaturas nacionales a través de la Asamblea Popular Nacional, y desde 2004 es miembro observador del Parlamento Latinoamericano y Caribeño (Parlatino).

La diputada Patsy Lee, presidenta del nuevo grupo, fue clara al definir sus objetivos: «fortalecer los lazos legislativos mediante el intercambio de experiencias y buenas prácticas, promover la cooperación en sectores estratégicos que generen beneficios concretos para ambas naciones y contribuir a la diplomacia parlamentaria complementando el trabajo de la Cancillería».

Sin embargo, la conformación de este grupo no puede entenderse sin el contexto de la disputa geopolítica más amplia. Un mes antes, en agosto de 2025, el embajador estadounidense Kevin Marino Cabrera había presidido la juramentación de nueve diputados panameños en la Alianza Interparlamentaria sobre China (IPAC), una coalición de más de 290 parlamentarios de 43 países que tiene como objetivo «enfrentar los desafíos que representa el ascenso de China».

Durante esa ceremonia, Cabrera fue explícito en su mensaje: China representa «una amenaza en todo el mundo» y mencionó específicamente el caso de Panama Ports Company, operada por la empresa china CK Hutchison, que mantiene una deuda de 600 millones de dólares con el Estado panameño. Para el diplomático estadounidense, la participación china en los puertos panameños es evidencia de una «influencia maligna» que debe ser contenida.

Las diferencias conceptuales: soberanía versus hegemonía

La tensión entre ambos grupos parlamentarios revela visiones fundamentalmente diferentes sobre el rol de Panamá en el orden internacional. El Grupo de Amistad con China defiende lo que sus miembros llaman «neutralidad activa»: mantener relaciones beneficiosas con todas las potencias sin subordinarse a ninguna.

«Nosotros no tenemos por qué estarnos inmiscuyendo en temas que le competen a Estados Unidos o a la República Popular China», declaró Patsy Lee durante la ceremonia de juramentación. «Esos son temas que ellos dos tienen que trabajarlo, pero que dejen a Panamá fuera de eso».

La presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores, Walkiria Chandler, fue aún más directa: «Nosotros reafirmamos que no tomamos parte ni partido en conflictos o guerras comerciales de terceras naciones. Nuestra política exterior es soberana y se basa en el respeto al derecho internacional y a la promoción de nuestros intereses nacionales».

Por el contrario, la Alianza Interparlamentaria sobre China promueve una visión que considera la presencia china como una amenaza existencial que requiere coordinación internacional. El diputado Manuel Cohen, miembro de la IPAC, argumenta que «debe imperar la igualdad y la justicia en todos sus contextos», sugiriendo que las relaciones con China son inherentemente desiguales.

La embajada china respondió con dureza a la conformación de la IPAC, calificándola como una plataforma «sin credibilidad alguna» que «siembra por todas partes mentiras y rumores sobre China». El comunicado chino advirtió que invitar a diputados panameños a participar en esta alianza era «vergonzoso» y buscaba involucrarlos en «el bando antichina de Estados Unidos».

Los mecanismos psicológicos y comunicacionales del poder

La batalla por la influencia en Panamá no se libra únicamente en el terreno económico o militar, sino en el ámbito de la percepción y la narrativa. Ambas superpotencias utilizan sofisticados mecanismos de persuasión diseñados para modelar la opinión pública y las decisiones políticas.

Estados Unidos emplea lo que podríamos llamar la «estrategia de la amenaza inminente». El embajador Cabrera constantemente alerta sobre «ataques cibernéticos» chinos a Paraguay, Costa Rica y Guatemala, y presenta a China como una potencia expansionista que busca controlar el Canal de Panamá. Esta narrativa se basa en el principio psicológico del miedo: generar ansiedad sobre un futuro peligroso para justificar acciones preventivas en el presente.

China, por su parte, utiliza la «estrategia del beneficio mutuo demostrable». En lugar de hablar de amenazas futuras, presenta datos concretos de cooperación exitosa: el comercio bilateral que se duplicó en ocho años, la inversión que se multiplicó por cinco, los proyectos de infraestructura tangibles. Esta aproximación se basa en el principio psicológico de la reciprocidad: demostrar beneficios reales para generar expectativas de beneficios futuros.

El caso más revelador de esta guerra de narrativas fue la respuesta china a las acusaciones del embajador Cabrera sobre la «influencia maligna» china en el Canal. La embajada china recordó que «fue precisamente EE.UU. quien antes llegó a cerrar el Canal, y ahora pretende usarlo con ‘paso gratuito’ e incluso ‘recuperarlo'». Esta estrategia de «inversión histórica» busca recontextualizar las acusaciones presentes a través de hechos pasados.

La realidad verificable de los proyectos e inversiones

Más allá de las narrativas, los datos económicos ofrecen una perspectiva concreta sobre el impacto de la presencia china en Panamá. Desde 2017, China ha participado en proyectos de infraestructura valorados en miles de millones de dólares, incluyendo la construcción del cuarto puente sobre el Canal de Panamá y una terminal de cruceros.

La Zona Libre de Colón, la segunda zona franca más importante del mundo, tiene en China a su principal proveedor de mercancías. El 6% del comercio global transita por el Canal de Panamá, y China es su segundo usuario más importante después de Estados Unidos.

Sin embargo, la relación también presenta desafíos concretos. El caso de Panama Ports Company ilustra las complejidades de las inversiones chinas. La empresa, operada por CK Hutchison de capital chino, mantiene efectivamente una deuda de 600 millones de dólares con el Estado panameño, como señaló el embajador estadounidense. Esta situación genera tensiones legítimas sobre la transparencia y los términos de las concesiones chinas.

El proyecto de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, al cual Panamá se adhirió en 2017, ha generado resultados mixtos. Según sus defensores, ha «potenciado que más inversiones, turistas y cooperaciones chinos lleguen» al país. Sin embargo, en febrero de 2025, el presidente José Raúl Mulino anunció que Panamá no renovará su participación en esta iniciativa, bajo evidente presión de Washington tras la visita del Secretario de Estado Marco Rubio.

La reflexión crítica: identificando nuestros propios sesgos

Como panameños, debemos reconocer que nuestras percepciones sobre China y Estados Unidos están inevitablemente influenciadas por sesgos históricos y mediáticos. Durante décadas, fuimos educados en una narrativa donde Estados Unidos era el «aliado natural» y China una potencia lejana y opaca. Este sesgo de familiaridad nos hace más receptivos a las advertencias estadounidenses y más escépticos ante las propuestas chinas.

También debemos admitir el sesgo de la experiencia reciente: las generaciones que vivieron la invasión estadounidense de 1989 conservan una memoria ambivalente sobre la intervención extranjera, mientras que las generaciones más jóvenes tienden a evaluar las relaciones internacionales principalmente desde una perspectiva económica.

Existe también el sesgo de la información disponible: los medios panameños tienden a reproducir más contenido de agencias estadounidenses que chinas, lo que naturalmente sesga nuestra comprensión de los eventos internacionales. Este desequilibrio informativo afecta nuestra capacidad de evaluar objetivamente las narrativas en competencia.

Quizás el ejemplo más claro de cómo la manipulación narrativa nos afecta directamente es el debate sobre la «amenaza china» al Canal. Durante meses, políticos y medios repitieron que China podría «cerrar el Canal» a través de sus concesiones portuarias. Sin embargo, el Canal es operado exclusivamente por la Autoridad del Canal de Panamá, una entidad estatal panameña. Los puertos que opera la empresa china están ubicados en las entradas del Canal, pero no tienen capacidad técnica para interrumpir su funcionamiento. Esta confusión entre proximidad geográfica y control operativo es un ejemplo perfecto de cómo las narrativas geopolíticas pueden distorsionar nuestra comprensión de la realidad.

Una decisión que trasciende las coyunturas

La conformación del Grupo Parlamentario de Amistad entre Panamá y China representa más que una simple formalidad diplomática. Es la manifestación parlamentaria de una realidad económica irreversible: China es ya el socio comercial más importante de Panamá después de Estados Unidos, y esta tendencia se profundizará en las próximas décadas.

Los nueve diputados que juramentaron su adhesión al grupo —Patsy Lee, Arquesio Arias, Javier Sucre, Didiano Pinilla, Marcos Castillero, Nelson Jackson, Isaac Mosquera, Gertrudis Rodríguez y Roberto Archibold— no están tomando una decisión ideológica sino pragmática. Reconocen que el futuro económico de Panamá está indisolublemente ligado a su capacidad de mantener relaciones productivas con ambas superpotencias.

La embajadora china Xu Xueyuan lo expresó con claridad durante la ceremonia: «Todos los países tienen el derecho a desarrollar relaciones extranjeras según sus propios intereses. El gobierno de Panamá, la Asamblea de Panamá, el gobierno de China, han decidido desarrollar relaciones extranjeras según sus propios intereses. Esta decisión no debería ser impedida por ningún otro tercer país».

Esta declaración contiene el núcleo del desafío geopolítico actual: el derecho de los países pequeños a mantener relaciones múltiples sin subordinarse exclusivamente a una superpotencia. En un mundo multipolar, la supervivencia de países como Panamá depende de su capacidad de navegar entre intereses en competencia sin renunciar a su soberanía.

La historia nos enseña que los países ubicados en posiciones estratégicas —como Panamá con su canal interoceánico— inevitablemente se convierten en escenarios de disputa entre grandes potencias. El arte de la diplomacia panameña consiste en maximizar los beneficios de esa posición estratégica sin convertirse en rehén de ninguna de las potencias en competencia.

¿Pero acaso tenemos verdaderamente la capacidad institucional y la sabiduría política para mantener este equilibrio, o estamos destinados a convertirnos en peones en un juego de ajedrez global cuyas reglas no controlamos?

Lo que debes recordar

  • La conformación del Grupo Parlamentario de Amistad China-Panamá es resultado de una relación económica que se duplicó en ocho años, con un comercio bilateral que alcanzó 12,840 millones de dólares en 2024.
  • La presencia china en Panamá no comenzó en 2017 sino en 1854, cuando 705 trabajadores chinos llegaron para construir el ferrocarril transístmico, convirtiéndose en parte integral de la identidad nacional panameña.
  • La rivalidad geopolítica entre Estados Unidos y China convierte a la Asamblea Nacional panameña en campo de batalla, con dos grupos parlamentarios que representan visiones opuestas del orden internacional.
  • La estrategia comunicacional estadounidense se basa en la «amenaza futura» mientras la china utiliza el «beneficio demostrable», ambas diseñadas para influir en las decisiones políticas panameñas.
  • Los datos económicos demuestran que China es ya el segundo socio comercial de Panamá y su principal proveedor en la Zona Libre de Colón, haciendo irreversible la interdependencia económica.
  • La decision de no renovar la participación en la Iniciativa de la Franja y la Ruta en 2025 ilustra la presión que enfrentan los países pequeños para elegir entre superpotencias.
  • El futuro de Panamá depende de su capacidad de mantener relaciones productivas con ambas potencias sin subordinarse exclusivamente a ninguna, pero esto requiere una sofisticación diplomática que está por probarse en la práctica.
Tags: ChinaPanamá
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