El consenso, esa palabra tan elusiva en la política panameña, no sobrevivió al primer gran examen de la legislatura. Tras semanas de negociaciones, reuniones privadas y llamados a la prudencia, la Asamblea Nacional no logró acordar la conformación de sus 15 comisiones permanentes. El fracaso no fue casual: detrás hubo cálculo político, pulseo de fuerzas y una disputa por control que revela las verdaderas correlaciones de poder en el Legislativo.
El presidente de la Asamblea, diputado Jorge Herrera, tomó la decisión que marcó un punto de inflexión: aplicar el artículo 43 del Reglamento Interno y llevar la decisión al pleno. Una movida que, aunque respaldada por la normativa, cambia la dinámica: del sigilo de las conversaciones privadas se pasará a una votación pública que pondrá a prueba lealtades y alianzas.
El tablero: comisiones como moneda política
En la Asamblea, las comisiones son mucho más que simples grupos de trabajo. Funcionan como la estructura nerviosa del Parlamento: ahí se decide qué proyectos avanzan, cuáles se archivan y qué temas se convierten en insumo de control político.
No es casual que la Comisión de Presupuesto -la más disputada- haya sido el punto de quiebre. Controlar Presupuesto significa tener influencia directa sobre el manejo de recursos y prioridades de gasto. Tampoco sorprende que la Comisión de Credenciales haya estado en el centro de las tensiones, pues de ella depende el trámite de ratificaciones, investigaciones y procesos disciplinarios contra diputados.
Las fuerzas en tensión
El bloque conformado por Realizando Metas, PRD y la bancada mixta buscó mantener una mayoría que les permita controlar las comisiones más sensibles. La bancada Vamos, por su parte, presionó por mayor representación, consciente de que su influencia en las comisiones puede ser determinante para inclinar votaciones o bloquear iniciativas.
Hubo gestos estratégicos, como el del diputado Ernesto Cedeño (Seguimos), que cedió su puesto en Credenciales para facilitar un acuerdo parcial. Pero no fue suficiente. El desacuerdo final dejó claro que el cálculo político pesó más que la voluntad de concertar.
La jugada de Herrera: voto en el pleno
La decisión de Herrera de llevar el tema al pleno el lunes 4 de agosto de 2025, a las 11:00 a. m. tiene un doble efecto. Por un lado, desbloquea la parálisis institucional. Por otro, obliga a cada bancada -y a cada diputado- a posicionarse de manera visible, asumiendo costos y beneficios políticos de sus votos.
El mecanismo, contemplado como última opción, también expone la fragilidad de los acuerdos internos. Si el voto se da por mayorías simples, la distribución de comisiones podría reflejar alineamientos coyunturales más que compromisos a largo plazo.
Lo que está en juego
Más allá de la foto política del lunes, la composición de las comisiones definirá la capacidad real de la Asamblea para legislar. Si Presupuesto queda en manos de un bloque cohesionado, la agenda económica y financiera del Gobierno podría avanzar con menos tropiezos. Si, en cambio, queda en un esquema fragmentado, cada debate presupuestario podría convertirse en un campo de batalla.
Credenciales, por su parte, se perfila como un termómetro de la estabilidad institucional: una comisión dominada por intereses partidistas puede derivar en un uso estratégico de las ratificaciones y denuncias, lo que tensionaría aún más la relación entre bancadas.
El escenario político que se abre
La votación del lunes será, en la práctica, la primera gran prueba de fuerza del pleno. No se trata solo de llenar sillas en comisiones: se trata de demostrar quién controla la agenda legislativa, quién queda relegado a una oposición testimonial y quién capitaliza la fragmentación para negociar cada voto.
La decisión de Herrera, aunque arriesgada, envía un mensaje: la Asamblea no puede seguir atrapada en la lógica de bloqueos internos. Sin embargo, lo que ocurra en esa sesión puede definir el tono político del período: ¿será un Legislativo de acuerdos funcionales o un tablero en el que cada sesión sea una nueva pulseada de poder?
La crónica que se escriba después del lunes no estará en las actas, sino en la lectura política que hagan las bancadas. Porque en la Asamblea, más que en ningún otro escenario, cada comisión es un espacio de poder. Y el poder, como siempre, se disputa hasta el último voto.