El 11 de junio de 2025, Panamá formalizó su solicitud para ingresar a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un paso que trasciende lo simbólico y se inscribe en la estrategia de reposicionamiento global del país. El canciller Javier Martínez-Acha, siguiendo instrucciones del presidente José Raúl Mulino, entregó la carta oficial al secretario general de la OCDE, Mathias Cormann, en París, subrayando el compromiso panameño con la transparencia, la gobernanza y la modernización institucional
La solicitud de ingreso a la OCDE llega en un momento clave: Panamá busca salir de las listas restrictivas internacionales, especialmente la de alto riesgo de lavado de dinero de la Unión Europea. La Comisión Europea ya ha recomendado la exclusión de Panamá de dicha lista, reconociendo los avances en transparencia y gobernanza, aunque la decisión final está pendiente de refrendo por el Consejo y el Parlamento Europeo.
Para Panamá, la membresía en la OCDE representa mucho más que un sello de calidad institucional. Es la posibilidad de acceder a herramientas técnicas, compartir experiencias en políticas públicas y, sobre todo, mejorar su reputación internacional, un factor crucial para atraer inversión extranjera y dinamizar la economía nacional.
Reformas y estándares internacionales
El proceso de adhesión a la OCDE no es automático ni superficial. Implica someterse a exhaustivas revisiones por parte de múltiples comités, como ocurrió con Colombia, que debió reformar su legislación laboral, sistema de justicia, gobierno corporativo y políticas de transparencia antes de ser admitida.
Panamá, que ya es miembro activo del Foro Global sobre Transparencia e Intercambio de Información Tributaria y del Centro de Desarrollo de la OCDE, deberá profundizar en temas como el acceso al beneficiario efectivo y el registro contable, áreas donde aún se esperan avances significativos.
¿Un riesgo o una oportunidad?
La pregunta de fondo es si la adhesión a la OCDE podría ahuyentar inversiones —por el endurecimiento de estándares fiscales y regulatorios— o, por el contrario, consolidar a Panamá como un entorno confiable y competitivo. El debate es legítimo: la OCDE exige altos niveles de cumplimiento en materia de transparencia, prevención de delitos financieros y gobernanza corporativa, lo que podría implicar ajustes profundos en la estructura económica y legal del país
Sin embargo, la evidencia reciente apunta a que la mejora reputacional y la alineación con estándares internacionales suelen traducirse en mayor confianza de los mercados y en mejores condiciones para la atracción de capital extranjero. El propio canciller Martínez-Acha ha destacado que este paso “refleja nuestro firme compromiso con la cooperación global, y reconoce los avances de Panamá en transparencia, buena gobernanza y sostenibilidad”.
Geopolítica y soberanía: El Canal y la neutralidad
La decisión de buscar la membresía en la OCDE no puede analizarse al margen de la posición geopolítica de Panamá. El país, dueño de una de las rutas comerciales más estratégicas del planeta, ha jugado históricamente la carta de la neutralidad para maximizar su influencia y proteger su soberanía. Sin embargo, su ubicación lo mantiene bajo el escrutinio y la presión de las grandes potencias, especialmente Estados Unidos, que considera el canal una pieza clave de su proyección hemisférica.
La integración a la OCDE puede verse, entonces, como un movimiento para diversificar alianzas y reforzar la autonomía nacional, alineándose con los estándares occidentales sin perder de vista la necesidad de mantener un equilibrio entre los intereses globales y la agenda doméstica.
Conclusión
La solicitud de Panamá para ingresar a la OCDE es un acto de política exterior estratégica, orientado a fortalecer la institucionalidad, mejorar la imagen internacional y abrir nuevas oportunidades de desarrollo. No está exento de desafíos ni de debates internos sobre soberanía, competitividad y adaptabilidad. Pero, en un mundo marcado por la competencia por la confianza y la transparencia, Panamá apuesta a que la integración global es el camino para consolidar su rol como hub logístico, financiero y comercial del siglo XXI.