Hace exactamente treinta y un años, Monseñor Óscar Arnulfo Romero, activo promotor y defensor de los derechos humanos en El Salvador, fue asesinado mientras oficiaba misa en una iglesia. La intención era evidente: silenciar a un fervoroso opositor de la represión.
Hoy, primer Día Internacional para el Derecho a la Verdad en relación con las Violaciones Graves de los Derechos Humanos y para la Dignidad de las Víctimas, rendimos homenaje a la labor de Monseñor Romero y a la de todos los defensores de los derechos humanos del mundo.
Las víctimas de las violaciones graves de los derechos humanos y sus familiares tienen derecho a saber la verdad sobre las circunstancias en que se cometieron esas violaciones, los motivos por los que se perpetraron y la identidad de sus autores.
El derecho a la verdad ha quedado consagrado expresamente en la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas, que entró en vigor en diciembre de 2010. También reconocen ese derecho otros instrumentos internacionales, así como leyes nacionales, la jurisprudencia y las resoluciones de órganos intergubernamentales.
Saber la verdad ofrece a las víctimas y a sus familiares una forma de poner un punto final, recuperar la dignidad y aliviar en cierta manera el dolor por las pérdidas sufridas.
Revelar la verdad también ayuda a sociedades enteras a promover la rendición de cuentas respecto de las violaciones.
Y puesto que determinar la verdad en un proceso que suele entrañar investigaciones y testimonios públicos de víctimas y responsables de las violaciones, puede resultar catártico y contribuir a generar una crónica compartida de los acontecimientos que facilite la recuperación y la reconciliación.
En esta primera celebración del nuevo Día Internacional, reconozcamos la indispensable función de la verdad en la defensa de los derechos humanos y comprometámonos a defender el derecho a la verdad en el cumplimiento de nuestra misión mundial en el ámbito de los derechos humanos.