Mientras Netanyahu evalúa una ofensiva definitiva en Gaza, las divisiones internas, la presión internacional y la crisis humanitaria colocan a Israel frente a un dilema estratégico sin precedentes.
Una ofensiva sin retorno
Israel controla hoy más del 75?% del territorio de la Franja de Gaza tras casi dos años de conflicto sostenido con Hamas. Ahora, el primer ministro Benjamin Netanyahu impulsa una operación militar sin precedentes: la ocupación total y definitiva del enclave palestino. La medida, presentada como un último recurso para acabar con Hamas y liberar a los rehenes restantes, ha desatado una tormenta política, militar y diplomática que podría redefinir el futuro del conflicto y de la región.
Una grieta en el corazón del poder
El jefe del Estado Mayor, general Eyal Zamir, ha expresado su rechazo a la propuesta, señalando que una ocupación total “prolongaría innecesariamente la guerra, incrementaría el número de bajas y pondría en mayor riesgo a los rehenes”. Según fuentes cercanas al alto mando militar, el Ejército teme un conflicto urbano extendido, donde las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) quedarían atrapadas en una guerra de desgaste en un territorio densamente poblado y devastado.
Este desacuerdo ha generado una ruptura inédita entre el poder civil y el militar, exacerbada por las presiones de partidos ultraderechistas dentro del gabinete, que amenazan con desestabilizar la coalición si no se avanza en la ofensiva.
El factor rehenes: urgencia política, dilema moral
En el centro de la estrategia oficial está la situación de los aproximadamente 50 rehenes israelíes aún en manos de Hamas, de los cuales se presume que al menos la mitad están vivos. Netanyahu sostiene que la única forma de rescatarlos es mediante el colapso completo de las estructuras de Hamas. Sin embargo, familiares de los secuestrados y analistas independientes argumentan que una operación total puede significar una sentencia de muerte para ellos.
La opinión pública israelí, que al inicio del conflicto respaldaba con fuerza las operaciones militares, muestra hoy un creciente apoyo a un acuerdo negociado, según diversas encuestas. La presión social aumenta mientras los costos humanos y económicos de la guerra se acumulan.
El frente internacional: condena y advertencias
Organismos internacionales como Naciones Unidas, la Corte Penal Internacional y varias cancillerías europeas han advertido que una ocupación total provocaría un colapso humanitario catastrófico y podría constituir una violación del derecho internacional.
El secretario general de la ONU advirtió esta semana que «la situación en Gaza ya ha superado todos los límites tolerables», y alertó que una nueva ofensiva dejaría sin agua, alimentos ni electricidad a más de 1.5 millones de personas, muchas de ellas desplazadas varias veces durante el conflicto.
Simultáneamente, el Tribunal Penal Internacional mantiene abiertas investigaciones por presuntos crímenes de guerra cometidos en el enclave, lo que genera un riesgo legal significativo para la dirigencia israelí.
¿Qué busca Netanyahu?
Los críticos señalan que Netanyahu podría estar motivado por razones políticas internas. Su frágil coalición depende de partidos ultranacionalistas que exigen control total de Gaza y rechazan cualquier tipo de acuerdo con la Autoridad Palestina. Una operación militar prolongada permitiría al primer ministro mantener unida su base, postergar elecciones anticipadas y relegar momentáneamente los juicios por corrupción en su contra.
Asimismo, sectores del Likud consideran que una “victoria total” en Gaza sería una forma de restaurar la disuasión regional tras la emboscada de Hamas en octubre de 2023, que dejó miles de muertos y una imagen de vulnerabilidad sin precedentes.
Las consecuencias de la ocupación
Una operación terrestre para conquistar el 25?% restante de Gaza implicaría:
- Combates urbanos en zonas superpobladas como Rafah y Khan Yunis.
- Aumento exponencial de bajas civiles e inevitable destrucción de infraestructura crítica.
- Reacción internacional adversa, con riesgo de sanciones económicas o suspensión de cooperación militar.
- Reactivación del conflicto en otros frentes, incluyendo Líbano, Cisjordania y posiblemente Irán.
A largo plazo, la pregunta central es: ¿qué ocurrirá el “día después”? Ni el gabinete israelí ni sus aliados han presentado un plan creíble para la administración civil y política de Gaza una vez derrotado Hamas. ¿Volverá la Autoridad Palestina? ¿Se instaurará una administración militar? ¿Se abrirá el territorio a control internacional? Las respuestas son vagas o inexistentes.
Alternativas viables
Expertos israelíes e internacionales han propuesto alternativas más sostenibles:
- Acuerdo negociado con mediación internacional para liberación de rehenes y cese de hostilidades.
- Transición política progresiva, con participación de actores regionales e instituciones multilaterales.
- Reconstrucción condicionada, atada a una hoja de ruta para el desarme de Hamas y la creación de un nuevo marco de gobernanza en Gaza.
- Revisión de la doctrina militar israelí, para evitar futuras dependencias del poder destructivo como única herramienta estratégica.
Una decisión que definirá una generación
Israel está ante una encrucijada histórica. La ocupación total de Gaza podría dar una victoria táctica, pero al costo de una derrota estratégica a nivel moral, diplomático y regional. Más aún, podría consolidar una narrativa de ocupación perpetua que alimente nuevos ciclos de violencia en las próximas décadas.
En contraste, una salida negociada -aunque impopular entre algunos sectores- podría ofrecer la única posibilidad de romper el ciclo de guerra, rehenes, represalias y radicalización. El dilema está planteado. Y la decisión que se tome en los próximos días marcará no solo el futuro de Gaza, sino también la identidad política, ética y estratégica de Israel en el siglo XXI.
Israel estaría dispuesto a ocupar Gaza por una combinación de motivos estratégicos, políticos, militares y simbólicos, pero el motivo principal detonante que impulsa esta posible acción es:
La eliminación total de Hamas como actor militar y político en Gaza.
Esto se presenta como un objetivo existencial del actual gobierno israelí, bajo la premisa de que:
- Mientras Hamas tenga poder territorial, capacidad operativa y legitimidad local, la amenaza a Israel persiste.
- Cualquier cese al fuego que no implique la eliminación total de Hamas sería, en palabras del propio Netanyahu, “una pausa antes del próximo ataque”.
Desglose de motivaciones principales
1. Motivación militar: Desmantelar a Hamas
- Israel busca neutralizar definitivamente la infraestructura militar de Hamas, que incluye túneles, fábricas de armas, centros de mando y lanzadores de cohetes.
- La ocupación permitiría un control físico del territorio que evite su reagrupación.
- El gobierno considera que los ataques aéreos y las operaciones limitadas no han sido suficientes para desarticular completamente la organización.
2. Motivación política: Presión de los socios de coalición
- El gobierno de Netanyahu depende de partidos ultraderechistas y nacionalistas religiosos, como Otzma Yehudit y Sionismo Religioso, que exigen la anexión total de Gaza o su “liberación definitiva”.
- Estas facciones rechazan cualquier posibilidad de reintegrar a la Autoridad Palestina o permitir una administración internacional en Gaza.
3. Motivación simbólica: Restaurar la disuasión
- Tras el ataque sorpresa de Hamas el 7 de octubre de 2023, el Estado israelí percibe que su capacidad disuasiva fue gravemente dañada.
- Una ocupación total sería presentada como una respuesta contundente y ejemplarizante, tanto para actores internos como regionales (Hezbollah, Irán, etc.).
4. Motivación táctica: Liberación de rehenes
- Netanyahu ha argumentado que el único camino para liberar a los rehenes restantes es la presión máxima sobre Hamas.
- Sin embargo, altos mandos militares y analistas advierten que esto puede poner en mayor peligro sus vidas, y que las negociaciones serían más efectivas que una ofensiva total.
5. Motivación estratégica: Control del “día después”
- El gobierno israelí desconfía de la comunidad internacional y teme que una salida negociada termine devolviendo el poder a la Autoridad Palestina o a otros actores.
- La ocupación permitiría a Israel imponer las condiciones del posconflicto, al menos temporalmente.
¿Es para detener la guerra?
Paradójicamente, una ocupación no detendría la guerra de inmediato. Más bien:
- Podría extenderla en forma de guerra de guerrillas, insurgencia urbana y ataques esporádicos.
- Prolongaría la presencia militar indefinida.
- Profundizaría el aislamiento internacional de Israel y el resentimiento palestino.
En ese sentido, la ocupación no es una estrategia de paz, sino de control total.
Conclusión
Israel contempla la ocupación total de Gaza como un último recurso militar y político, orientado a eliminar a Hamas como amenaza estructural. Aunque se presenta como una forma de lograr seguridad y liberar rehenes, los riesgos humanitarios, políticos y estratégicos son enormes. Esta acción busca imponer un nuevo equilibrio de poder en la región, pero podría generar una escalada prolongada, reacciones internacionales adversas y una falta de plan claro para el “día después”.
En resumen: No es una estrategia para terminar la guerra, sino para ganarla bajo términos definidos unilateralmente por Israel.