Análisis político
Ningún Estado es viable sin un mínimo de cohesión social. Cuando las brechas entre ciudadanos se vuelven abismos, y cuando grupos enteros sienten que el país no les pertenece, el tejido nacional se rompe. Panamá, en 2025, muestra señales preocupantes en este sentido: desigualdad persistente, violencia en aumento y exclusión de comunidades enteras están debilitando los lazos sociales que sostienen la estabilidad democrática.
La cohesión no es un ideal abstracto. Es el reflejo de si una sociedad ofrece oportunidades equitativas, acceso a derechos fundamentales y un sentido compartido de pertenencia. Cuando eso falla, la desconfianza se convierte en norma y la fragmentación en amenaza real.
La desigualdad como fractura estructural
Panamá es uno de los países más desiguales de América Latina. A pesar del crecimiento económico sostenido durante las últimas décadas, la distribución del ingreso sigue favoreciendo a los deciles más altos, mientras amplios sectores permanecen al margen del desarrollo.
Desigualdad territorial
Las disparidades entre las provincias centrales (como Panamá, Colón y Coclé) y las regiones rurales e indígenas son marcadas.
- En las comarcas, los índices de pobreza multidimensional superan el 80 %.
- El acceso a servicios como agua potable, electricidad y conectividad es desigual.
- Las oportunidades laborales y educativas son drásticamente más limitadas.
Este desbalance genera migración interna, tensiones sociales y resentimiento acumulado.
Desigualdad educativa
Aunque la cobertura ha mejorado, persisten diferencias profundas en calidad, infraestructura y acceso.
- Escuelas sin agua o conectividad coexisten con colegios privados de alto nivel.
- La educación intercultural aún es una deuda pendiente con las comunidades indígenas.
- El acceso a la educación superior sigue siendo desigual y depende del nivel socioeconómico.
En vez de ser un vehículo de movilidad social, el sistema educativo reproduce muchas de las exclusiones existentes.
Exclusión estructural de poblaciones históricamente marginadas
Pueblos indígenas
A pesar del reconocimiento legal de sus territorios y derechos, las comunidades indígenas siguen siendo tratadas como ciudadanos de segunda categoría.
- Las comarcas tienen menor cobertura sanitaria, menor acceso a justicia, y escasa presencia estatal.
- La representación política es limitada y muchas decisiones se toman sin consulta previa.
- Sus territorios enfrentan amenazas por actividades extractivas y ausencia de inversión sostenible.
Esta exclusión perpetúa condiciones de pobreza extrema y aumenta la desafección hacia el Estado.
Población joven y urbana
La juventud, especialmente en zonas urbanas marginales, enfrenta un panorama hostil:
- Altos niveles de desempleo o empleo precario.
- Falta de oportunidades de formación técnica de calidad.
- Exposición constante a la violencia de pandillas o represión policial.
Muchos jóvenes viven sin expectativas, sin representación y sin opciones claras. Esto los hace más vulnerables a dinámicas antisociales o radicales.
Violencia: expresión y causa de la fragmentación
Panamá está experimentando un aumento sostenido de la violencia urbana, con particular concentración en ciertas zonas de la ciudad capital y del interior. Las causas son múltiples:
- Deserción escolar y desempleo juvenil.
- Presencia de pandillas y crimen organizado.
- Falta de presencia preventiva del Estado.
- Inequidad en el acceso a justicia y protección policial.
Además, la violencia de género persiste como un grave problema estructural.
- Las tasas de femicidio siguen siendo altas.
- Las denuncias de violencia doméstica se incrementan.
- La respuesta institucional, aunque mejorada, aún es insuficiente.
Una sociedad que tolera o naturaliza la violencia está socavando sus propios cimientos éticos y democráticos.
Fragmentación urbana: una ciudad, múltiples realidades
La expansión urbana desordenada ha generado un país con ciudades segmentadas, donde barrios acomodados y asentamientos informales pueden estar a menos de un kilómetro de distancia, pero separados por muros invisibles.
Esto genera:
- Acceso diferencial a transporte, salud, cultura y seguridad.
- Espacios públicos deteriorados o privatizados.
- Ausencia de interacción entre clases sociales.
Sin espacios de convivencia, no se construye ciudadanía compartida.
¿Se puede reconstruir la cohesión social?
Sí, pero requiere decisiones políticas valientes y sostenidas. Algunas acciones prioritarias:
- Invertir masivamente en educación pública de calidad, con enfoque territorial e intercultural.
- Garantizar el acceso universal a servicios básicos dignos.
- Reformar los sistemas de seguridad para que protejan sin discriminar.
- Promover políticas fiscales redistributivas que ataquen la desigualdad en su origen.
- Fortalecer la participación ciudadana de comunidades excluidas.
La cohesión social no es una consecuencia automática del crecimiento económico. Es una construcción deliberada, cultural, institucional y política.
Conclusión: sin cohesión, no hay estabilidad
Un país puede tener recursos, instituciones y hasta estabilidad formal, pero si sus ciudadanos no se sienten parte de un proyecto común, ese país es frágil. Panamá necesita reconectarse con su gente, y esa tarea empieza por reconocer que hay múltiples Panamá coexistiendo, pero no dialogando entre sí.
Recuperar la cohesión social es uno de los desafíos más urgentes del Estado panameño. Porque sin cohesión, no hay futuro compartido, ni democracia real.
Adelanto del próximo artículo:
Sostenibilidad fiscal, deuda pública y resiliencia: ¿puede el Estado panameño sostenerse en pie?