La madrugada del 22 de junio, Irán anunció el cierre del Estrecho de Ormuz en respuesta a un ataque militar de Estados Unidos contra su territorio. Esta drástica decisión equivale a cerrar una “válvula” por donde pasa una porción vital del petróleo mundial, desatando preocupación mundial por sus efectos económicos y el riesgo de una escalada del conflicto. A continuación, explicamos, de forma sencilla, qué significa el cierre de Ormuz, por qué ocurrió y cómo podría afectarnos a todos, incluyendo a Panamá, en el corto y mediano plazo.
¿Qué es el Estrecho de Ormuz y por qué es tan importante?
Imagen: Vista satelital del Estrecho de Ormuz, un angosto brazo de mar entre Irán (arriba) y la península arábiga de Omán/Emiratos Árabes (abajo). Esta estrecha franja de agua conecta el Golfo Pérsico con el océano abierto y funciona como un “cuello de botella” por donde sale gran parte del petróleo de Oriente Medio.
El Estrecho de Ormuz es un paso marítimo estrecho (en su punto más angosto tiene apenas unos 39 km de ancho) situado entre Irán, al norte, y Omán y los Emiratos Árabes Unidos, al sur. Por este estrecho pasa aproximadamente una quinta parte del petróleo que se comercializa en el mundo, lo que lo convierte en uno de los puntos más estratégicos y sensibles del comercio global de energía. En otras palabras, de cada 5 barriles de petróleo que utiliza el planeta, 1 sale por Ormuz. Además, gran parte del gas natural licuado (GNL) exportado por países del Golfo (como Qatar) también debe transitar por allí, debido a que no existe ruta alternativa por tierra para ese gas.
En términos simples, Ormuz es como la única puerta de salida desde el Golfo Pérsico hacia el resto del mundo: por allí salen los buques petroleros cargados de crudo procedente de Arabia Saudita, Irán, Irak, Kuwait, Emiratos Árabes, Qatar, entre otros productores. Si esa puerta se cierra, la circulación se detiene. Por eso se dice que Ormuz es un “punto de estrangulamiento” o cuello de botella del petróleo mundial – cualquier interrupción allí tiene un efecto inmediato en los mercados energéticos globales y la estabilidad regional. Históricamente, la navegación por el Estrecho de Ormuz ha sido considerada libre y crucial, y varias potencias mantienen presencia naval en la zona para garantizar que el paso permanezca abierto.
¿Qué ocurrió el 22 de junio y por qué Irán decidió cerrarlo?
El 22 de junio de 2025 estalló una crisis mayor en Oriente Medio. En medio de una guerra entre Israel e Irán que ya llevaba días, Estados Unidos intervino directamente y bombardeó objetivos estratégicos en Irán, incluyendo sus principales instalaciones nucleares. El propio presidente estadounidense (Donald Trump, en este escenario) anunció que los ataques habían “devastado el programa nuclear iraní”. Para Irán, este ataque representó una agresión militar directa de EE.UU., cruzando una peligrosa línea roja. Horas después, Irán tomó una medida de represalia sin precedentes: anunció el cierre total del Estrecho de Ormuz al tránsito marítimo.
La decisión iraní fue aprobada primero por el Parlamento en Teherán (la Asamblea Consultiva Islámica) como respuesta firme al ataque de Washington. Un general iraní, Esmaeil Kousari, miembro de la comisión de seguridad del Parlamento, confirmó públicamente que había consenso interno en “cerrar el estrecho” para castigar a EE.UU. por sus bombardeos. No obstante, de acuerdo con la ley iraní, la decisión final recae en el líder supremo, el ayatolá Ali Khamenei, asesorado por el Consejo Supremo de Seguridad Nacional. Esto significa que, si bien el Parlamento abrió la puerta a la clausura, la orden definitiva debía ser ratificada al más alto nivel. Irán básicamente “ha decidido cerrar Ormuz” en represalia por el ataque estadounidense, asumiendo las consecuencias que ello conlleva.
Hay que destacar que esta no es una amenaza vacía: en el pasado, Irán había advertido en varias ocasiones con bloquear Ormuz como táctica de presión en conflictos con Occidente, pero nunca antes se había llegado al hecho consumado. Cerrar Ormuz es visto incluso por los mismos iraníes como una medida extrema y de doble filo, porque perjudica a sus propios intereses económicos: Irán es también exportador de petróleo (bombea unos 3,3 millones de barriles diarios y exportaba ~1,7 millones antes de la guerra), por lo que bloquear el estrecho impediría también la salida de su propio crudo. Aun así, tras los ataques, Teherán consideró que demostrar su capacidad de respuesta era prioritario. Un legislador iraní llegó a declarar que cerrar el estrecho es “un derecho legítimo” de Irán ante la agresión estadounidense. El gobierno iraní justificó la medida como una defensa legítima de su soberanía frente a lo que considera una agresión injustificada de EE.UU.. En palabras simples, Irán decidió “si nosotros no podemos exportar petróleo, nadie más en la región podrá hacerlo” mientras estén bajo ataque.
Desde la perspectiva iraní, esta acción busca presionar a las potencias occidentales para que detengan los ataques y tomen en serio la capacidad de respuesta de Irán. Sin embargo, es también una jugada muy arriesgada: implica costos económicos enormes para todas las partes e incluso el riesgo de escalar a un conflicto militar directo más amplio. Irán lo sabe, y por eso califica la decisión como un dilema estratégico – mostrar fuerza versus provocar una guerra mayor. En todo caso, el anuncio de cerrar Ormuz elevó la tensión geopolítica a niveles máximos y puso al mundo en vilo.
Consecuencias inmediatas y a mediano plazo: del precio del combustible a la inflación global
El impacto de un bloqueo del Estrecho de Ormuz sería inmediato en la economía mundial. Al cortarse de golpe la salida de una porción significativa del petróleo y gas, los precios internacionales del crudo se dispararían casi de un día para otro. De hecho, analistas estiman que una interrupción importante de los flujos de Ormuz podría empujar el precio del petróleo Brent a unos $120 por barril en poco tiempo, desde niveles previos alrededor de $70-$75. Y si el cierre se prolonga por semanas o meses, podríamos ver nuevos récords históricos, superando incluso los $150 por barril (el pico registrado en 2008). Es decir, la energía se encarecería a niveles no vistos en más de una década.
Este salto en el precio del petróleo se traduciría en gasolina, diésel y otros combustibles más caros en todo el mundo de manera casi inmediata. Es la ley de oferta y demanda: al escasear el suministro de crudo, sube el costo de todo derivado del petróleo. Los consumidores lo sentirían en el precio de llenar el tanque de sus vehículos y en las tarifas de transporte. Por ejemplo, en Estados Unidos ya se proyecta que el galón de gasolina promedio podría subir por encima de $5 si el conflicto se mantiene. Países de Asia, principales compradores del petróleo del Golfo, serían los primeros afectados, ya que cerca del 82% del crudo que pasa por Ormuz va hacia economías asiáticas. China, India, Japón, Corea del Sur y otros importadores verían amenazado su suministro energético y tendrían que pagar mucho más por él, lo que pondría en riesgo sus industrias y encarecería productos básicos. De hecho, antes incluso del cierre formal, la mera expectativa de esta crisis ya había elevado los fletes de petroleros hacia Asia en 20% y hacia África en 40% en pocos días.
A nivel global, un incremento brusco de los costos de energía genera un efecto en cadena. Sube el costo de producir y transportar bienes, desde alimentos hasta manufacturas, porque casi todo depende de combustible. La inflación, que ya era un problema en muchos países, podría agravarse. Instituciones internacionales advierten que una interrupción prolongada en Ormuz tendría consecuencias serias en las cadenas de suministro y la economía mundial. Por ejemplo, Europa importa gran parte de su petróleo y gas del Golfo; un bloqueo implicaría escasez de energía en Europa, alzas de costos industriales y volatilidad en los mercados financieros. En resumen, el mundo enfrentaría una posible “crisis energética”, con reminiscencias de los choques petroleros de los años 1970, si la situación no se resuelve pronto.
Panamá, aunque está lejos geográficamente de Oriente Medio, no sería inmune a estos efectos. Al ser un país importador neto de combustibles, un aumento global del petróleo se reflejará en los precios locales de la gasolina y el diésel. Por ejemplo, si el barril sube a niveles récord, los panameños pagarían más por cada litro de combustible en sus vehículos, presionando el bolsillo de las familias. Y cuando sube el combustible, suben también los costos de transporte público y de mover mercancías, lo que tiende a encarecer muchos otros productos, incluyendo alimentos. En palabras simples, si el petróleo sube, todo sube. Los expertos señalan que un bloqueo de Ormuz presionaría al alza el costo del combustible para barcos, aviones y camiones, y esas alzas se trasladan al consumidor final en forma de precios más altos de los bienes importados, la electricidad y la comida. Esto podría reflejarse en más inflación en Panamá, afectando especialmente a los sectores de menores ingresos que destinan gran parte de su gasto a transporte y alimentos.
Además, el Canal de Panamá podría resentir efectos indirectos. Aunque el petróleo de Oriente Medio generalmente no pasa por el Canal de Panamá (se envía más hacia Europa o Asia vía otras rutas), una crisis global de energía puede alterar las rutas de comercio y el volumen de carga mundial. Por un lado, los combustibles más caros aumentan los costos operativos de los buques que cruzan el Canal, y algunas navieras podrían optar temporalmente por rutas alternativas (como rodear el Cabo de Hornos o usar el Canal de Suez) para evitar costos o riesgos mayores. Si el tráfico de buques disminuye debido a estas reconfiguraciones, Panamá vería menos ingresos por peajes y menos actividad portuaria, lo que impactaría sus finanzas nacionales y el sector logístico local. Asimismo, una desaceleración económica global causada por altos precios del petróleo podría reducir la demanda de transporte marítimo en general, afectando indirectamente al Canal. En otras palabras, Panamá podría enfrentar un doble desafío: combustible interno más caro e impactos en su rol de hub global, aunque también podría buscar posicionar su Canal como una ruta segura y confiable en medio de la incertidumbre.
¿Qué rutas o alternativas existen a Ormuz? ¿Se pueden implementar rápido?
El cierre de Ormuz plantea la pregunta: ¿Hay por dónde más sacar el petróleo del Golfo Pérsico? La respuesta, en el corto plazo, es pocas alternativas y muy limitadas. No existe otro paso marítimo inmediato – Ormuz es la única salida natural del Golfo. La única forma de evitarlo es sacar el petróleo por tierra, mediante oleoductos que conecten los yacimientos con otros mares. Algunos de estos oleoductos alternativos ya existen, aunque su capacidad es reducida en comparación con lo que normalmente fluye por Ormuz.
- Arabia Saudita opera desde hace años el oleoducto Este-Oeste, que va desde sus campos petroleros en el Golfo Pérsico hasta un puerto en el Mar Rojo (terminal de Yanbu). Este ducto puede transportar alrededor de 5 millones de barriles diarios de crudo, desviando esa producción fuera del Estrecho de Ormuz.
- Emiratos Árabes Unidos inauguró en 2012 otro oleoducto importante: desde los campos de Habshan, en Abu Dabi, hasta el puerto de Fujairah en el Golfo de Omán (ya por fuera de Ormuz). Tiene capacidad máxima aproximada de 2 millones de barriles diarios y actualmente mueve parte del petróleo emiratí directamente al océano Índico, evitando el estrecho.
Sin embargo, incluso sumando estas rutas terrestres, no se puede compensar ni remotamente el volumen que suele pasar por Ormuz. Datos de la Agencia de Información Energética de EE.UU. indican que, usando al máximo los oleoductos saudí y emiratí, apenas se podrían desviar unos 2,6 millones de barriles por día si Ormuz queda bloqueado. Esto es solo alrededor del 13% del flujo total (normalmente unos 17-20 millones de barriles diarios salen por Ormuz). En otras palabras, quedaría más de un 80% del petróleo “atrapado” sin poder exportarse por falta de rutas alternativas suficientes. Es como si cerraran una autopista de diez carriles y solo existieran un par de caminos secundarios de un carril cada uno para desviar el tráfico: no dan abasto.
¿Qué otras opciones hay? Algunos países han explorado proyectos adicionales: por ejemplo, Arabia Saudita ha contemplado construir nuevos oleoductos hacia el Mar Arábigo atravesando territorios de Omán o Yemen, e Irak podría intentar reactivar un viejo oleoducto que conectaba sus campos con el Mediterráneo (vía Siria). Sin embargo, estas ideas enfrentan serios obstáculos – desde problemas geopolíticos (Yemen y Siria han estado envueltos en conflictos) hasta enormes costos y tiempos de construcción. Implementar nuevos corredores energéticos tomaría meses o años, no días. Por tanto, no son una solución inmediata a un cierre de Ormuz en el presente.
En cuanto al gas natural licuado (GNL), la situación es similar o peor. Qatar, uno de los mayores exportadores de GNL del mundo, depende totalmente de Ormuz para enviar su gas en buques metaneros, y no tiene rutas alternas terrestres viables. No existen gasoductos desde Qatar hacia otros mares que puedan reemplazar la vía marítima. Así que un bloqueo prolongado también afectaría el suministro global de gas, complicando a países que importan ese GNL (por ejemplo, muchas naciones asiáticas y europeas).
En resumen, las alternativas a Ormuz son muy limitadas y parciales. Aunque se utilicen al máximo los oleoductos disponibles y se apliquen medidas de contingencia (como usar reservas estratégicas de petróleo en distintos países), no se puede reemplazar completamente a Ormuz a corto plazo. El estrecho seguiría siendo un “punto único de falla”: si está cerrado, una gran parte del crudo y gas simplemente no tiene por dónde salir. Esto explica por qué la situación es tan grave y por qué tantos países están urgidos de que se reabra el paso. (Como analogía, es como si la principal planta eléctrica que da energía al país quedara fuera de servicio: hay generadores pequeños de respaldo, pero no alcanzan para evitar apagones si la planta principal no vuelve a operar.)
Tensiones que podrían agravarse: ¿qué tan grave puede volverse el conflicto?
El cierre de Ormuz eleva las tensiones geopolíticas al máximo, creando varios puntos de posible agravamiento que preocupan a la comunidad internacional. La región del Golfo Pérsico ya era un polvorín por la guerra entre Israel e Irán; con la intervención de EE.UU. y la represalia de Irán bloqueando el estrecho, ha saltado una chispa cerca de ese polvorín. A continuación, explicamos los principales riesgos de escalada y también posibles escenarios de cómo podría evolucionar la crisis, desde una eventual distensión hasta un conflicto mayor.
1. Riesgo de confrontación militar directa en Ormuz: El estrecho es una vía internacional; bloquearlo desafía abiertamente al derecho de libre navegación. Es probable que Estados Unidos y otras potencias no acepten que Ormuz permanezca cerrado indefinidamente. De hecho, el Pentágono mantiene en la región a la Quinta Flota naval (con base en Bahréin) precisamente para proteger la navegación en estas aguas, y Washington ha dejado claro que “no permitirá” que se corte este paso estratégico. Si la situación se prolonga, podría haber intentos de forzar la reapertura por la fuerza. En un escenario extremo, buques de guerra de EE.UU. (y aliados) entrarían al estrecho para escoltar petroleros o remover obstáculos, lo que podría derivar en enfrentamientos directos con las fuerzas iraníes. Este sería el peor escenario, equivalente a declarar la guerra en toda regla. Analistas señalan que un bloqueo total de Ormuz sería visto como un desafío directo a la comunidad internacional y podría detonar acciones militares para restablecer la libre navegación. Un choque armado en ese paso angosto, con misiles, aviones y barcos de ambos lados, tendría consecuencias impredecibles y podría incendiar toda la región del Golfo.
2. Posibles ataques y sabotajes fuera del estrecho: Irán, por su parte, podría intensificar su respuesta más allá del cierre mismo. Las fuerzas iraníes (especialmente la Guardia Revolucionaria) tienen capacidad de amenazar o atacar infraestructura petrolera y buques en la región. Durante conflictos pasados, ya se vieron tácticas como minado de aguas, ataques con lanchas rápidas a petroleros, uso de misiles antibuque y drones armados. Según expertos, Irán dispone de misiles de corto y mediano alcance que podrían apuntar a plataformas petroleras, oleoductos cercanos al estrecho e incluso atacar buques comerciales. También podría emplear drones (como los Shahed) para hostigar rutas marítimas o puertos del Golfo. Es decir, el riesgo no es solo que el petróleo no pueda salir, sino que instalaciones críticas sean dañadas, agravando la crisis energética. Adicionalmente, Irán cuenta con aliados y milicias en Oriente Medio (por ejemplo en Irak, Siria, Líbano o Yemen) que podrían llevar a cabo ataques asimétricos contra intereses de EE.UU. o sus aliados, abriendo nuevos frentes de conflicto. Todo esto aumentaría la posibilidad de una guerra regional más amplia.
3. Reacciones de otros países de la región: Un elemento a vigilar es cómo responden los vecinos del Golfo que también se ven perjudicados. Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Irak – todos dependen de Ormuz para exportar su petróleo. Inicialmente, varios de estos países habían mantenido cautela e incluso habían mejorado relaciones diplomáticas con Irán en meses recientes. Sin embargo, si sus exportaciones quedan paralizadas, la presión podría empujarlos a tomar partido contra Irán. Podrían solicitar ayuda internacional o incluso, en el caso de Arabia Saudita, participar en acciones militares para reabrir la ruta, ya que sus economías sufren con cada día de bloqueo. Esto sería un giro significativo: hasta ahora Saudíes y emiratíes criticaban la agresión israelí en la región, pero podrían cambiar de postura si Irán interrumpe sus ventas de petróleo. En resumen, el bloqueo tensiona gravemente las relaciones de Irán incluso con sus vecinos que, aun no siendo aliados de Israel, tampoco pueden tolerar perder sus ingresos petroleros. Esto podría fracturar recientes acercamientos diplomáticos en la zona y crear un frente árabe contrario a Irán.
4. Impacto económico y malestar social: A nivel global, precios de energía disparados y posible escasez de combustibles pueden traducirse en malestar social y presiones políticas en muchos países. Gobiernos de todo el mundo enfrentarían la difícil tarea de contener la inflación y evitar desabastecimientos. Históricamente, crisis petroleras han derivado en recesiones económicas. Si este conflicto continúa, no se descarta que surjan protestas por el costo de la vida o incluso inestabilidad política en naciones vulnerables. Los países más pobres, que tienen menos capacidad de pagar petróleo caro, serían los más golpeados. Estos factores añaden urgencia a buscar una solución y representan puntos de dolor que pueden empeorar si la situación se alarga.
En este contexto explosivo, hay básicamente dos grandes escenarios hacia adelante: uno donde prevalece la contención y la diplomacia (evitando una escalada mayor) y otro donde se desata una escalada bélica de consecuencias graves.
- Escenario de normalización (distensión): Varios actores internacionales están trabajando para enfriar la crisis. La ONU convocó de urgencia al Consejo de Seguridad para abordar el conflicto, y muchas naciones están llamando a la moderación y el diálogo. Si este enfoque prospera, podría alcanzarse algún acuerdo para reabrir Ormuz en el corto plazo. En tal caso, Irán tal vez retiraría el bloqueo a cambio de ciertas garantías – por ejemplo, un alto al fuego temporal, promesas de retomar negociaciones sobre su programa nuclear (quizá con mediación de países neutrales como Omán) o alivio de alguna sanción. EE.UU. y sus aliados, a su vez, cesarían los ataques activos y se comprometerían a resolver las disputas por vías diplomáticas. En este escenario, la presión internacional (incluida de potencias como China, Rusia y la Unión Europea) obligaría a las partes a un compromiso para evitar un desastre económico global. El Estrecho de Ormuz podría reabrirse relativamente pronto, enfriando la subida de los precios del petróleo. Habría sin duda mucha desconfianza todavía, pero al menos se frenaría la espiral de violencia. Para Panamá y el resto del mundo, este sería el camino menos dañino: los precios de los combustibles bajarían nuevamente tras el susto inicial y la estabilidad regresaría gradualmente.
- Escenario de escalada (agravamiento): Si, por el contrario, ninguna parte cede y prevalece la línea dura, la situación podría empeorar drásticamente. Imaginemos que Irán insiste en mantener Ormuz cerrado como “arma de presión”, y EE.UU./Israel continúan o intensifican sus ataques militares (por ejemplo, bombardeando objetivos iraníes adicionales). La probabilidad de un enfrentamiento militar directo en el estrecho se dispararía – bastaría un incidente (un buque dañado, un avión derribado) para detonar un conflicto abierto entre fuerzas estadounidenses e iraníes. Irán, sintiéndose acorralado, podría responder atacando más objetivos regionales (por ejemplo, instalaciones petroleras saudíes o emiratíes, como hizo en el pasado). El teatro de guerra podría extenderse por Medio Oriente, involucrando a varios países. Este sería un escenario de pesadilla: el suministro de energía permanecería interrumpido por un periodo largo, llevando el petróleo a precios estratosféricos (algunas proyecciones hablan incluso de $200 el barril si la guerra se extiende). La economía mundial entraría en crisis, con posibles racionamientos de combustible en algunos lugares y desplomes bursátiles. Además, la situación podría salirse de control políticamente: un conflicto directo EE.UU.-Irán elevaría el riesgo de que otras potencias se vean arrastradas (recordemos que Irán tiene el apoyo diplomático de Rusia y cierta simpatía de China, mientras EE.UU. tiene aliados formales de la OTAN). En resumen, sería una escalada bélica de amplio alcance. Este escenario es el que todos quieren evitar, pues representaría un serio peligro para la paz mundial y la seguridad energética. Incluso analistas iraníes reconocen que militarizar el estrecho de Ormuz así podría tener consecuencias impredecibles para la estabilidad de la región y del mercado energético global.
Por ahora, es difícil saber cuál de estos caminos predominará. La situación sigue evolucionando día a día, con declaraciones, contra-declaraciones y movimientos militares en la zona. Lo que está claro es que los próximos días son críticos: el mundo observa con preocupación y esperanza de que se encuentre una salida pacífica, mientras se prepara para lo peor por si la confrontación escala.
Posturas y reacciones: EE.UU., Irán y la comunidad internacional
El cierre de Ormuz tras el ataque estadounidense ha provocado reacciones inmediatas en capitales de todo el mundo. Cada actor clave en esta crisis ha fijado una postura pública, ya sea justificando sus acciones o condenando las de la contraparte, mientras organismos internacionales buscan mediar. Veamos un panorama de qué está diciendo cada quien:
- Estados Unidos: El gobierno estadounidense, tras llevar a cabo los bombardeos en Irán, ha tratado de justificar su intervención como algo limitado. Washington afirma que no busca una guerra total con Irán, sino que su objetivo era frenar la amenaza nuclear iraní. “No estamos en guerra con Irán, estamos en guerra con su programa nuclear”, declaró el vicepresidente de EE.UU., J.D. Vance, horas después de la operación. En la misma línea, el Pentágono y altos funcionarios han dicho que no pretenden un cambio de régimen en Teherán, sino eliminar instalaciones peligrosas. EE.UU. también ha hecho un llamado (condicional) al diálogo: el secretario de Estado, Marco Rubio, indicó que Washington está preparado para hablar con Irán si Teherán muestra intención real de negociar, a la vez que advirtió que “Irán no va a jugar con Trump” y celebró que “el mundo es hoy más seguro y estable” tras la acción militar de EE.UU.. En resumen, la postura oficial de EE.UU. combina mano dura con la oferta de diplomacia: dicen haber neutralizado una amenaza (las plantas nucleares iraníes) y, desde una posición de fuerza, instan a Irán a no escalar más y volver a la mesa de negociaciones en algún momento. Por otro lado, frente al cierre de Ormuz, Estados Unidos condena categóricamente esa medida iraní. Altos mandos militares han reiterado que mantendrán abiertas las rutas marítimas internacionales; de hecho, la Quinta Flota de la Marina estadounidense en Bahréin está en estado de alerta para garantizar la libre navegación por el Golfo Pérsico. EE.UU. ha advertido que no permitirá que Irán “estrangule” la economía mundial cerrando el estrecho. Esta firmeza sugiere que, si Irán no revierte el bloqueo, podríamos ver escoltas militares a buques o incluso intentos de romper el cerco, elevando la confrontación (aunque Washington preferiría que la presión económica y diplomática basten para hacer recapacitar a Teherán).
- Irán: Del lado iraní, la narrativa es de indignación y defensa nacional. El gobierno de Irán sostiene que fue víctima de una agresión injustificable por parte de EE.UU. e Israel, y que tiene derecho legítimo a responder para defender su soberanía. El ministro de Exteriores iraní, Abbas Araghchi, declaró que Irán no volverá a la mesa de negociaciones “hasta haber dado una respuesta” al ataque de Washington, dejando claro que priorizan la retaliación antes que cualquier diálogo. Esa “respuesta” incluye el cierre de Ormuz y también los lanzamientos de misiles de Irán contra objetivos israelíes en días recientes, presentados como actos de legítima defensa. En cuanto al cierre del estrecho en sí, Irán lo presenta como una medida de fuerza pero justificada: funcionarios iraníes han dicho que “castigar al enemigo” no se limita a la respuesta militar directa, y que mantener Ormuz cerrado es parte de su respuesta global. Parlamentarios iraníes declararon que cerrar el estrecho es una opción disponible y legítima frente a la hostilidad de EE.UU.. No obstante, Irán también envía mensajes mezclados: algunas voces en Teherán admiten que la decisión final está bajo análisis, sopesando el impacto económico. El Consejo de Seguridad Nacional iraní evalúa los escenarios, consciente de que cerrar Ormuz conlleva riesgos enormes, incluyendo provocar represalias militares o sanciones internacionales mucho más severas. En esencia, la postura iraní desafía a Occidente mostrando sus “dientes” (demostrando que puede hacer daño cerrando Ormuz), a la vez que se cuida de aparecer como el actor irresponsable: Teherán insiste en que “fueron ellos (EE.UU.) quienes empezaron” y que Irán se vio obligado a tomar esta decisión drástica. Diplomáticamente, Irán busca apoyo denunciando la violación de su soberanía por parte de EE.UU. e Israel, esperando simpatía de países que rechazan las intervenciones unilaterales.
- Otros países y organismos internacionales: La reacción global ha sido en su mayoría de preocupación y llamados a la calma. Incluso países aliados de EE.UU. en Europa – Reino Unido, Francia, Alemania – si bien comparten la meta de que Irán no tenga armas nucleares, han instado a Irán a no responder violentamente al ataque estadounidense ni tomar acciones que desestabilicen más la región. Estos países europeos emitieron un comunicado conjunto pidiendo contención máxima a todas las partes. Rusia, por su parte, condenó la entrada de EE.UU. en la guerra abiertamente, criticando los bombardeos norteamericanos sobre Irán. Moscú se ha posicionado en foros internacionales culpando a Washington de escalar el conflicto – una postura esperable dado que Rusia suele alinearse con Irán en oposición a Occidente. China, uno de los mayores importadores de petróleo iraní, también ha expresado (de forma más discreta) su preocupación: Pekín aboga por la estabilidad ya que depende en gran medida del flujo de crudo a través de Ormuz, y cualquier interrupción le afecta directamente. Es de suponer que China esté presionando tras bambalinas para una solución pacífica, aunque públicamente se centre en llamar al diálogo y respetar la soberanía de los países. En el mundo árabe-islámico, la situación es compleja: muchos gobiernos del Medio Oriente repudian la idea de cerrar Ormuz porque afecta sus economías, pero al mismo tiempo condenan los ataques israelíes y estadounidenses. Foros como la Organización para la Cooperación Islámica (OCI) han deplorado la agresión contra Irán y pedido detener la “escalada bélica” en la región, pero evitan respaldar explícitamente el bloqueo del estrecho debido a las consecuencias negativas globales.
En cuanto a organismos económicos, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) – que reúne a países consumidores – declaró que monitorea activamente la situación y que sus miembros están listos para liberar más de 1.200 millones de barriles de reservas de emergencia si fuera necesario para estabilizar el mercado. Este mensaje busca calmar a los mercados, indicando que hay petróleo almacenado para compensar interrupciones a corto plazo. La OPEP, por otro lado, inicialmente afirmó que el mercado estaba bien abastecido y llamó a no caer en pánico, aunque la realidad de un bloqueo prolongado pondría a prueba esa afirmación. La ONU, además de las reuniones de emergencia, podría evaluar resoluciones para exigir la reapertura del estrecho – pero cualquier acción del Consejo de Seguridad podría chocar con vetos (recordemos que EE.UU. y Rusia/China tienen posiciones opuestas en este conflicto, dificultando una posición unánime). Por ahora, la ONU y la mayoría de los países enfatizan la vía diplomática: se habla de posibles mediaciones (quizá algún país neutral como Omán o Qatar ofreciendo sus buenos oficios) para negociar un cese de hostilidades.
En conclusión, el cierre del Estrecho de Ormuz por Irán tras el ataque de EE.UU. representa una crisis de altas consecuencias, que un joven panameño puede imaginar como un choque de trenes en cámara lenta: por un lado está la seguridad y orgullo nacional de Irán, y por el otro la determinación de EE.UU. y aliados de mantener abierto un canal vital. En el medio, el mundo entero sufre el temblor – desde la gasolinera en Panamá hasta las fábricas en Asia – por la subida del precio del petróleo y la incertidumbre. La situación exige soluciones complejas, pero explicada sencillamente: cuando se cierra la llave principal del petróleo mundial, nos afecta a todos. Los próximos días dirán si esa llave (Ormuz) se vuelve a abrir mediante acuerdos y sensatez, o si el forcejeo por abrirla desemboca en algo más grave. La esperanza es que impere la diplomacia para evitar tanto un desastre económico global como un conflicto mayor. Mientras tanto, Panamá y el resto del mundo miran con preocupación esta lejana pero impactante noticia, pendientes de si habrá alivio o más tensión en el horizonte.
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Fuentes consultadas:
- Agencia EFE / La Prensa (Panamá) – ¿Subirá el combustible en Panamá? Conflicto entre Israel e Irán dispara el precio del petróleo (13/jun/2025).
- Daniela Mérida, Infobae – Cómo impactará en los precios de la gasolina el ataque de Estados Unidos a Irán (22/jun/2025).
- Aldo Venuta, Iceebook News – El Parlamento de Irán aprueba el cierre del estrecho de Ormuz tras ataques de EE.UU. (22/jun/2025).
- Expansión (México) – Estrecho de Ormuz: esta es su importancia y qué pasa si Irán decide bloquearlo (20/jun/2025).
- El País (España) – Cobertura en vivo del conflicto Oriente Medio (22/jun/2025).
- Reuters / CNBC – Declaraciones del Pentágono y autoridades de EE.UU. sobre Ormuz (diciembre 2011).
- Jeremy Fleming-Jones, Euronews – Irán ha acordado bloquear el Estrecho de Ormuz: ¿qué le supone a Europa? (22/jun/2025).
- Wikipedia – Estrecho de Ormuz (datos geográficos y estratégicos).