Por Carlos Camarena Medina
Periodista
Durante los últimos meses el tema preferido de las cúpulas de los partidos de oposición ha sido el impacto de la inflación en los consumidores -algo que en mayor o menor grado nos golpea a todos- con cantos de sirena respecto a que el Gobierno tenía que hacer algo para atenuar sus efectos. Su intención: obtener réditos políticos, apostando a que la actual administración no haría nada al respecto. Se equivocaron.
Luego de un ejercicio fiscal ordenado que rindió un superávit de más de 680 millones de balboas, surgen las condiciones para distribuir estas ganancias entre la población, de una manera muy sencilla. Veamos.
En su informe a la Nación, el presidente Martín Torrijos, anunció medidas dirigidas a eliminar el impacto de la inflación, fenómeno provocado por el alza del petróleo en los mercados internacionales; que de un precio de más de 31 dólares por barril en 2004, ha superado los 100 dólares actualmente.
La primera medida, anunciada por el Mandatario es la reducción, para 2008, del impuesto sobre la renta (ISR) de 40 mil contribuyentes que ganan entre 800 y 860 dólares por mes; mientras que a partir de 2009 se hará una reducción efectiva del ISR para todos los que devengan menos de 2,500 dólares mensuales, lo cual aumentará el ingreso a más de 110,000 contribuyentes.
A ello se suman los 40 mil productores de subsistencia que serán beneficiados con la distribución de semillas, fertilizantes y herramientas, dentro de lo que será un plan más amplio de apoyo productivo rural.
Para enfrentar el encarecimiento de las viviendas, se aprobará un subsidio del cien por ciento de los intereses para crédito hipotecario hasta los 30 mil balboas; mientras los intereses preferenciales que regían para viviendas de 62 mil 500 balboas se extenderán hasta las que tengan un costo límite de 80 mil balboas. Es decir, los primeros 62 mil 500 balboas gozarán de los intereses preferenciales.
Asimismo, a fin de atenuar el costo de los alimentos, se quitará el arancel a algunos productos agrícolas que no se producen en el país, con la certeza de que esta rebaja no la acapararán los intermediarios, sino que sea una reducción efectiva del precio al consumidor.
No se trata de un maná caído del cielo; sino el responsable manejo de los ingresos productos de una economía que el año pasado repuntó 11.2 por ciento; tanto que por mucho que se quiera negar ha impactado el mercado laboral, con un crecimiento robusto, tanto en el nivel como en la calidad del empleo, y una significativa reducción del desempleo.
Por ello, trabajos no calificados como el de empleadas doméstica, cuyo salario mínimo se estableció en unos 134 balboas por mes, se están tarifando entre 150 y 175 balboas mensuales, con el aditivo de que casi no se consiguen, por los mejores sueldos que se pagan en otras labores no especializadas.
Son cifras frías y contundentes: una población ocupada que desde 2004 crece a razón de 48 mil por año; un sector de la construcción que en 2007 generó 11 mil empleos; mientras que el índice de desempleo se redujo en 69 mil personas, representando hoy día el 57 por ciento de los desempleados que había en 2004.
A eso se suma finanzas sólidas, producto del buen manejo fiscal que moldeó el entorno económico; y permitió que -tras un déficit superior al 5 por ciento del Producto Interno Bruto en 2004, que puso en peligro la estabilidad macro-fiscal- por segundo año consecutivo se registre un superávit, lo cual fue calificado por el presidente Torrijos como “una situación sin precedente”.
Las críticas a estas iniciativas, la verdad no tienen fundamento alguno: desde alguien que lamentó que la reducción del impuesto sobre la renta a las personas que ganan hasta 2 mil 500 balboas por mes era malo, porque entraría a regir a partir de 2009; hasta un precandidato presidencial despistado, quien raudo y veloz dijo que la eliminación del arancel a algunos productos agrícolas que no se producen en el país, iba a afectar a los productores nacionales. Pobres argumentos.