Por: Alberto E. Fadul N.
En algunos países donde se practica la democracia como forma de gobierno, los partidos políticos, por lo general, cuentan con una serie de características preestablecidas, que han realzado su comportamiento Histórico sostenido y que, con claridad meridiana, les identifica en lo positivo y negativo. Éstas reflejan la base de datos sobre la cual los votantes, en periodos electorales, pueden estimar la conveniencia o no de darles el voto para que las apliquen en el ejercicio de la función gubernamental. El ejemplo más claro de esto se manifiesta en los Estados Unidos de Norte América: los partidos republicano y demócrata.
En nuestro país, los dos partidos políticos más grandes, quienes más han ejercido el poder, parecen carecer de esa específica identidad en lo positivo; fundamentalmente, en el pasado reciente y la actualidad, se les podría clasificar, escuetamente, como liberales y liberales de izquierda. Su efectividad para asumir gobierno, depende fundamentalmente del llamado “voto de castigo”. Les dejo la adivinanza. Éstos para alcanzar el poder, en sus campañas electorales dentro de las elecciones generales, prometen programas que, por lo general, no cumplen. Al llegar al poder, efectivamente, dan claras señas de su incapacidad en función de de resolver los grandes problemas que enfrenta el país. Al final de sus periodos, lo que queda es una estela de escándalos políticos y potenciales actos de corrupción.
Ambos partidos ven el continuismo (resiclaje de sus copartidarios), su única opción para sobrevivir en el, hartamente, conocido negocio que, para ellos, pareciera representar el llegar al poder. Si profesan alguna ideología, para los panameños pensantes es un claro enigma. La aparente corrupción de uno es flagrante, la del otro más sofisticada: Valla usted a entender, meramente, que la corrupción es sólo eso, corrupción. Ambos son expertos en materia del ejercicio del clientelismo político: Ver sus nombramientos y a quienes favorecen, los privilegios otorgados a diferentes categorías de servidores públicos, la impunidad de algunas organizaciones sindicales respecto de sus actos vandálicos. La impunidad, aplicada, con fines meramente de proteccionismo político. Analicen el tamaño del Estado. ¿Qué hay del repentino “boom” de la avenida Balboa? Ningún ser pensante lo vio venir. ¿Seremos tontos? ¿Hablar de M.you… y los carnavales? Ambos reconocen el estado de pobreza en función de la explotación política: Ninguno de los dos da muestras de solucionarla, más allá de presentar estadísticas del desempleo, bastante alejadas de la realidad. Uno se atrevió a ir más allá, ofreciendo cuadros estadísticos de la transición gradual de pobres a la clase media. ¿Sabrán de qué hablan? Ambos son inefectivos en la lucha contra la criminalidad, el mercadeo de drogas, los controles migratorios, la seguridad jurídica, el ejercicio de la administración de justicia, la mediocridad de la educación pública, las ineficiencias en materia de la saluda pública, etc. Ambos le restan importancia a la independencia de los tres órganos del Estado: ¿Basta o no, observar sus nombramientos en la Corte suprema? ¿De Justicia? Ambos desconocen, efervescentemente, la necesidad de reformar nuestra Carta Magna y, sin seriedad alguna, al acceder al poder, enfáticamente, prometen “no” reformar el Código de Trabajo. Ambos aman el desarrollo infraestructural: puentes, carreteras, corredores, cinta costera, reconstrucciones, museos, etc. Si este amor fuese, realmente, visionario éstas tendrían un valor efectivo más allá del corto plazo. Ambos claman por la soberanía del país: ¿Será demagogia? Si camina como pato…. ¿Qué representará el tratado de neutralidad del Canal? Ambos son condescendientes hacia la Sociedad Civil, en su lucha por la transparencia de la gestión gubernativa y contra la corrupción, la participación de ésta en asuntos de políticas de Estado y el nombramiento de magistrados. Conocido es de todos que realmente les importa un bledo.
Bueno, para hablar de los partidos más pequeños tendríamos que ilustrarnos sobre el caciquismo, feudalismo y el control de la propiedad. Sería demasiado largo. Considerar, como ellos evitan, la unión de éstos para enfrentar a los dos leones sería interesante; naturalmente, habría que hacerlo con su toque de masoquismo. Pero en fin, si persistimos en dejarnos controlar por los partidos políticos en general, al menos que nos den la oportunidad de entregarles el poder que de por si, aisladamente, no podrán alcanzar. ¿Les interesará realmente?
Lo cierto es panameños todos, que muy pronto estaremos frente a las elecciones generales, sin muchas expectativas de progreso, si las cosas continúan por su camino histórico. ¿Qué hacer? Se me ocurre la siguiente idea: conformar un grupo de independientes con su respectivo registro electoral, nada lo impide. Tendríamos que identificarnos como tales y reunirnos para lograr el encuentro de un liderazgo apropiado e interesado en dirigirnos. Conformar una Misión y Visión, con sus respectivos principios y valores. Hecho esto, estudiar como mejor enfrentar estratégicamente el plantear: potenciales plataformas partidistas claras; una mayor democratización de las primarias de los partidos; programas tendientes a la solución concreta en el corto, mediano y largo plazo de los problemas que nos flagelan; el como ilustrar a la población votante sobre la materia; la identificación de la pertinencia programática de estos; el seguimiento de los mismos, independientemente de qué partido o unión de partidos llegue al poder, el actuar en todo momento con absoluta transparencia y sentir patriótico y así, muchas otras ideas adicionales que habría que considerar con la mayor objetividad. Lo importante de esta conceptualidad esta en el presentar conceptos, integrales, para brindarle mayor eficiencia al sistema partidista, para verdaderamente fortalecer los partidos políticos en su propia ventaja y en la del país que pretenden dirigir. No su desfase o desaparición; todo lo contrario, enfrentarlos a la realidad del “cambio” requerido, por parte de ellos, para enfrentar las políticas del “cambio” mismo que, urgentemente, necesita Panamá (el clamor popular existe para ello) en el servir equitativo, transparente, objetivo, (sin actos corruptos) y ético de sus gobiernos. Su genérico objetivo: una patria más justa, equitativa y capaz de brindarle los servicios y oportunidades de progreso, individual, a la que aspiramos todos los panameños y panameñas.