Por: Carlos Guevara Mann
El autor es catedrático de Ciencias Políticas y fue director general de Política Exterior
Es un individuo generoso, altruista, desprendido: un verdadero estadista. Quiere dejarle a la Nación un legado perdurable, que consagre su memoria, para siempre, en el altar de la patria. Aunque su presidencia de la augusta cámara ha tenido resonancia internacional, afectando de forma particular las relaciones exteriores del país, no se satisface con eso. Es preciso dar más de sí a las masas irredentas. Como su mente es fértil y su ingenio, sensacional, ha tenido una idea brillante: restaurar las partidas circuitales.
Sí, esas mismas: las que constituían, ni más ni menos, el subsidio reelectoral que el Estado (o sea, usted y yo) graciosamente les entregaba a los diputados, sin control de ningún tipo y que fue injusta y unilateralmente suspendido por “La Doña” cuando concluyó el año 2001. El festín mayor tuvo lugar bajo la “torodictadura”, la cual les regaló 188 millones de balboas a los legisladores, para ayudarlos a reelegirse.
Entonces sí que valía la pena ser miembro de la Asamblea. Entre los principales beneficiarios de la munificencia taurina figuran don Titi Alvarado, quien recibió seis millones y el finado Gerardo González, quien obtuvo cinco millones. Balbina Herrera, Altamirano Mantovani y César Pardo recibieron cuatro millones cada uno; Franz Wever, Elías Castillo, Denis Arce y Benicio Robinson, tres y medio por cabeza. Todos los diputados –tanto del oficialismo como de la oposición– participaron de la francachela. Al que menos le tocó le entregaron la modesta suma de 1 millón 300 mil balboas.
¿Puede usted concebir un sistema político más espléndido que el que tiene en mente el presidente de la cámara? ¿En qué parte del mundo se subvenciona, con semejante magnanimidad, las campañas electorales de los diputados? En uno de esos gatuperios matutinos que acá pasan por “programas de opinión”, una comentarista que fue legisladora afirmó: “En todos los congresos del mundo hay partidas circuitales”. Está equivocada y muy mal informada.
En los sistemas democráticos, la asignación de fondos a diputados para que lleven a cabo obras comunitarias es una completa irregularidad, justamente considerada una usurpación de la función ejecutiva. A los diputados ticos se les asignaba, antaño, unas raquíticas “partidas específicas” que en 1998 fueron trasladadas a los municipios. En Colombia existían los llamados “auxilios parlamentarios” que la Asamblea Constituyente eliminó en 1991, por los abusos que generaban. Sobre esos “auxilios” y otras prácticas nefandas (que también abundan en nuestro medio) escribió García Márquez en Noticias de un secuestro (1996): “Todos sabemos cómo se obtienen votos en Colombia y cómo muchos de los parlamentarios salieron elegidos”, decía [Pacho] en una nota. Decía que la compra de votos era rampante en todo el país, y especialmente en la costa; que las rifas de electrodomésticos a cambio de favores electorales estaban a la orden del día, y que muchos de los elegidos lo lograban por otros vicios políticos, como el cobro de comisiones sobre los sueldos públicos y los auxilios parlamentarios. Por eso –decía – “los elegidos eran siempre los mismos con las mismas que ante la posibilidad de perder sus privilegios, ahora lloran a gritos”.
Las partidas circuitales son desfachatadas, abusivas y antidemocráticas. Constituyen una fuente escandalosa de corrupción e inmoralidad. Les dan a los diputados una ventaja indebida en la contienda electoral, que en ninguna democracia mínimamente juiciosa sería aceptada por la ciudadanía.
La propuesta del diputado González no toma en cuenta estas consideraciones. Lo que importa –ahora que las arcas están llenas y se acerca el período electoral– es restablecerlas, esta vez mediante ley, para formalizar su asignación y dificultar su eliminación en un período posterior. De una aplanadora oficialista que no pierde oportunidad para meternos cují –como la eliminación del impedimento de salida a los implicados en quiebras fraudulentas– puede esperarse lo que sea. ¿Cuánto tiempo más se lo vamos a aguantar?
¿Cuántos diputados de la oposición apoyarán esta iniciativa? Ninguno que vote a su favor merece la confianza ciudadana. Téngalo muy en cuenta el año entrante, cuando vaya a depositar su voto en la urna.