Por: Alberto E. Fadul N.
Un sistema de gobierno central como el nuestro con instituciones caducas. Leyes que se ajustan a las aspiraciones egoístas de quienes acceden al poder. Con servidores públicos, por lo general, ineficientes. Con un estamento publico gigante, incapaz de operar con eficiencia; que requiere de una política fiscal que vampiriza a quienes trabajamos e invertimos. Operado bajo el amparo jurídico de una Carta Magna que no atiende las necesidades de cambios profundos en la gestión gubernativa. La cual, primariamente, sólo le sirve a los partidos políticos no al pueblo; permitiendo un poder judicial equívoco, un poder legislativo servil y un órgano ejecutivo que, para operar a su propio placer, necesita permear los otros dos poderes, minando su independencia. Un sistema operativo fatal, inútil e incapaz, que arropa la impunidad de corruptos, mientras olvida una agobiante pobreza y, cuando se acuerda de ella, culpa al sector privado de tal condición, esta realmente desfasado.
Debo referirme también al restrictivo monopolio de los partidos políticos, cuya oferta de candidatos a la presidencia de la república sólo refleja su propio sentir respecto de acariciar los egos de potenciales designaciones, así como sus propios intereses de llegar al poder con ofertas de programas que realmente no atienden las demandas ciudadanas.
¿Nos ofrecerán en las elecciones generales soluciones a los grandes problemas que enfrenta el país? Serias deficiencias en las áreas de salud pública, educación pública, servicios básicos, infraestructuras varias planificadas con visón al largo plazo y desarrollo urbanístico planificado y moderno. A demás, políticas fiscales que ofrezcan una rebaja de los impuestos como incentivos al sector productivo, a la inversión y al empleo. Apoyo concreto al sistema bancario, a la actividad marítima, al turismo. Una mayor inclinación hacia el desarrollo de la actividad industrial. Reducción del tamaño del Estado. Reestructuración del personal administrativo, en la búsqueda de su eficiencia funcional. Implementación correcta de carreras en el sector administrativo.
Cambios constitucionales integrales. Revisión al Código de Trabajo. Modificaciones serias a la CSS. Eliminación de privilegios a servidores públicos. Reestructuración de los tres poderes del Estado. Disminución efectiva de la corrupción estatal: sanear la odiosa e insidiosa impunidad. Apego al principio de transparencia gubernamental. Disminución de la criminalidad. Del mercadeo de drogas estupefacientes. Solución al problema de las importaciones de medicinas de Oriente. Leyes claras que controlen la inmigración ilegal. La ausencia de seguridad jurídica. Una deficiente administración de justicia. No apoyo efectivo al Ministerio Público. Esto sólo para mencionar algunos. Cierto es que los potenciales candidatos pueden prometer todo aquello señalado arriba. ¿Tienen la capacidad y la pasión necesaria para llevar adelante, con la efectividad requerida, los cambios pertinentes, vía programas de gobierno que atiendan las necesidades que les demande, organizadamente, la ciudadanía? Me parece que tenemos que organizarnos para exigirla.
No se les puede eximir, bajo la excusa de la falta de tiempo, el menos, lograr la realidad de algunos logros y dejar sentadas las bases del cambio, integralmente, requerido. Son 5 años de gobierno. Que tristeza… Simplemente la oferta de liderazgo político que se pretende no es la que necesita nuestro Panamá. Recordemos con dolor, pero recordemos: a los paridos políticos no les importa el cambio y sus ofertas impuestas así lo demuestran. El potencial de reelegir a personas que ya ocuparon el cargo y nada hicieron, no es serio; es más, personas que se lanzan al ruedo criticando a los partidos en gobierno, nos da muestras de un sistema político engreído y de vieja data, insensible a las realidades nacionales.
Nuestro pueblo conoce de sobra las ineficiencias de los gobiernos de turno en cada uno de sus periodos, pretender resaltar que serán mejores sin hacer énfasis en la perentoriedad de un cambio real, con los programas que van al encuentro de ese cambio y como se ejecutarán los mismos es simplemente aceptar, temerariamente, que nos vendan, reiteradamente, su tesis de glamour demagógico. Por lo contrario, si deseamos iniciar una efectiva reconstrucción nacional, para llegar a un país, más equitativo y productivo, las potenciales ofertas políticas son casi todas irrelevantes.
Que nos muestren caras nuevas con propuestas y presentación de soluciones que permitan evaluar su capacidad de liderar, rompiendo viejos paradigmas, mostrando la garra efervescente del verdadero liderazgo, promoviendo alteraciones positivas en el sistema operativo de gobernar ya calcinado por su histórica incompetencia.
Eso es lo que ansiamos los panameños que aún sostenemos esperanzas en una patria que, hasta el presente, sólo nos ha demostrado ser servidora de políticos descarados, corruptos e incapaces de gobernar, que viven, sin pena alguna, del clientelismo. Gritemos: basta ya de lo mismo…