Por: Didacio Luis Camargo Gómez
Hoy he sentido la necesidad de escribir acerca de la experiencia que meses atrás y por espacio de dos años y medio viví en el Instituto Oncológico Nacional, el cual ha sido blanco de muchas críticas, detalles que no me atrevería a plasmar aquí debido a mi desconocimiento del tema, pues, soy uno de los que sólo leyó bastante y no puedo sacar mi propia conclusión.
Ahora bien, mi experiencia en ese centro médico junto a mi difunta madre marcó para siempre un precedente satisfactorio en mi vida de la A la Z.
La experiencia vivida dentro del ION en todo momento fue alentadora tanto para mi como para mi mamá, y es que tanto ella como nosotros (hijos, nietos, esposo, hermanos, sobrinos) nos manteníamos animados por las lecciones motivadoras de los galenos, enfermeras, secretarias, personal administrativo, personal de aseo, componentes de seguridad, el capellán, los vendedores de billetes, las voluntarias, en fin por todo los que allí trabajan, estas valiosas personas no permiten un rostro triste o mucho menos el desasosiego.
No tengo pariente alguno laborando dentro del ION, pero los amigos que junto a mi madre descubrí fueron muchos; psicólogos graduados en la selva de cemento, motivadores nacidos para motivar, incansables funcionarios que han aprendido que es mejor servir que ser servidos, a ellos mi sincero agradecimiento por las atenciones que le brindaron a Claudina Gómez Quintero, una mujer incansable que hizo de su enfermedad su principal fortaleza para vivir y educar a los cientos de pacientes que padecen de cáncer, mientras que a los que no nos separamos de ella fue la llama que nunca se apagó y que todavía hoy sigue flameando en cada uno de nuestros corazones.
El país requiere de médicos especialistas en enfermedades cancerígenas, cada día son más los panameños y panameñas que acuden a buscar una atención médica y claro que la reciben, porque son muchas las personas que desinteresadamente contribuyen con el Instituto y esto permite que el equipamiento y los medicamentos no se queden sólo en recetas y los buenos médicos aún se mantengan apegados a su juramento hipocrático,
Pero hace falta más para dar un óptimo cuidado y para desarrollar más programas de prevención a la ciudadanía en general, entre ellos; normas alimenticias, mamografías periódicas, cáncer del tabaco, entre muchos otros. Los costos de prevención son mínimos en comparación con los miles de dólares que cuesta el tratamiento a un paciente con cáncer.
Espero que uno de estos días la Asamblea Nacional de Diputados, pasen una Ley de la República para que el ION disponga de los recursos necesarios para operar como un centro médico del primer mundo y se convierta por fin en algo más que un Instituto.