Por: Mariela Sagel
La autora es arquitecta y ex ministra de Estado
En todos los campos de la ejecución, la continuidad de políticas acertadas es la manera de que se concluyan las obras, proyectos o mandatos. La mayoría de las veces un gestor no puede terminar lo que visionó, y le toca a otro tomar la antorcha (como en los juegos olímpicos) y continuar por el sendero. En el gobierno es todavía más importante. Estamos acostumbrados a que cada cinco años llega un maestro con su librito y volvemos para atrás. Los diecisiete años de democracia en nuestro país nos permiten apreciar esta procesión de tres pa’lante y dos pa’tras, mejor que ningún otro.
Sostengo y lo he hecho siempre, que Ernesto Pérez Balladares fue mejor presidente porque Endara no ejecutó lo que se esperaba de él. Los corredores y la infraestructura de la que hoy gozamos estaban ya diseñados. Fue cuestión de sacarla de las gavetas y adecuarlos para que funcionaran y arrancar con mano firme la gestión. Las privatizaciones fueron acordadas por el Plan Ford y le tocó al siguiente gobierno llevarlas a cabo. Con el gobierno de la señora Moscoso, el país entró en un marasmo. Las órdenes de proceder no se dieron para continuar la red vial que uniría al país y eso nos costó no solo tiempo sino mucho dinero en fianzas por falta de cumplimiento, entre otras cosas. La solución al transporte cayó en una lucha de poderes que permitió que perdiéramos financiamiento importante para hacer el estudio de factibilidad y parte de los costos de un tren ligero. Vivimos cinco años de visitas de Sean Connery, concurso de Miss Universo, viajes a Mónaco y cumbres sin sentido, además de los lamentables nombramientos en la Corte y la impunidad del señor Figali, la rebatiña de las áreas revertidas, culminando con la salida de un terrorista como Posada Carriles. Gracias a Dios, la presidenta no está marcada por la tragedia, por lo que no hubo hechos como el bus quemado, los muertos por envenenamiento, inundaciones o incendios.
Este gobierno, al que apoyo y por el cual hice campaña, ha tenido la mejor oportunidad de hacer un excelente trabajo. Nos ha tocado una bonanza económica sin precedentes, los ojos del mundo se han volteado hacia nosotros y las inversiones llueven. Nos estamos colocando donde debimos estar en 1999 y el turismo está haciendo su trabajo sin engaños, no como esos países que promueven lo que no tienen. Panamá es una tacita de oro.
El partido gobernante alcanzó recientemente una cifra de inscripciones nunca antes experimentada por ningún partido panameño, y estoy segura que antes que termine la gestión del presidente Torrijos, pasará de 600 mil adherentes. Hay que hacer matemáticas y no tiene uno que ser Baldor para darse cuenta que aunque la fragmentada oposición se una, no le van a ganar al PRD. Viene entonces, quién va a tomar la antorcha y continuar el recorrido retomado en el 2004, cuando tuvimos un “back to the future”.
Lo que más debería importarle al presidente Torrijos es que su gestión continúe, que los proyectos iniciados se ejecuten, que la solución al transporte público se concrete en hechos reales. Él mismo fue parte de un gobierno ejecutor, por casi toda la duración del mandato del presidente Pérez Balladares, en un Ministerio tan sensitivo como el de Gobierno y Justicia. Firmó muchas leyes (o fue testigo) que hoy le brindan a su equipo las ventajas de un Estado moderno. Como se dice popularmente, si eres parte del problema también debes serlo de la solución. Él más que nadie velará porque se dinamice la administración pública y no se juegue al clientelismo político. Ahora que se acercan los escrutinios internos del partido para escoger tanto a los delegados como a los miembros del CEN, y, posteriormente, las primarias para seleccionar el o la candidata, el presidente debe mirar con luces largas para que su mandato no quede como un lustro más perdido, como fue el de 1999-2004, que solamente nos dejó el puente Centenario sin accesos.
Pensemos en función de Estado y no de gobierno. Continuidad no es continuismo, que se define como una situación en la que el poder de un político, un régimen, un sistema, etc., se prolonga indefinidamente, sin indicios de cambio o renovación. Continuidad es la unión natural que tienen entre sí las partes del continuo y la cualidad o condición de las funciones o transformaciones continuas.