Por: Mariela Sagel
Opinión Dice un blog del Clarín, diario argentino, que la economía, en el fondo, representa el estudio de los incentivos: el modo en que las personas obtienen lo que desean, o necesitan, especialmente cuando otras personas desean o necesitan lo mismo. En las prematuras y desgastantes primarias que recién acontecieron, tanto la de los arnulfistas como de los PRD’s, se ha visto una dilapidación de recursos que para unos es visible, pero el que no sabe de activistas, caminantes, apoyos, logística y otros rubros —hasta entierros, exhumaciones y lo inimaginable— y tiene la intención de hacer política, mejor que tenga una buena chequera.
Cuando el Partido Arnulfista celebró sus primarias era obvio el derroche de pauta publicitaria que tuvo el pre candidato Vallarino. Para los que no saben cómo se teje la política, fue una sorpresa que Vallarino perdiera. Sus mensajes, por más despliegue que hizo, no permearon a las bases de su partido y mostró una cara cosmética de ese colectivo. El Ing. Varela, por el contrario, pecó muchas veces de guardar silencio, pero hizo un trabajo, según entiendo, de organización y motivación necesario en los momentos actuales. Todavía recuerdo una conversación con él y su hermano Popi, hará 12 años, cuando recién pasaron las elecciones de la salsa, que ganó El Toro; me dijeron ambos que lo que necesitaba ese partido era rescatarlo de las manos de los gamonales que lo tenían secuestrado. Les tomó tiempo, golpes, moretones, esfuerzo y supongo que mucho dinero, alcanzar el lugar que hoy ocupan, pero lo fueron construyendo con perseverancia y constancia.
En las primarias del PRD, partido al que pertenezco, a nivel de pre candidatos a presidente, el actual alcalde contaba con una organización hecha casi con escalímetro y edificada durante años, en detrimento de las necesidades de la ciudad. La Ing. Herrera, por el contrario, decidió lanzarse una vez comprobó que su liderazgo era aceptado en el partido, ratificado en el congreso del mes de marzo. Pasaron cosas malas y aún peores durante estos largos meses de campaña, trapos sucios y ejemplos que no había visto Panamá en muchos años, quizás desde antes del golpe del ’68, cuando no quedaba una reputación femenina mancillada o una virilidad masculina cuestionada. Los mensajes publicitarios se volvieron a los finales patéticos y se equivocaron aquellos que pensaban que con ese recurso de jugar con la pobreza ajena, aún ganando dos elecciones anteriores, se iba a lograr el triunfo. Reñido el resultado, ganó la campaña de “corazón”, aunque estoy segura de que nadie hizo nada de “corazón”, sin que mediara de por medio una retribución o un compromiso.
El peligro de las campañas costosas, si no se tienen recursos propios para financiarlas, es que los donantes no dan nada de “corazón”. Se adquieren compromisos que a veces resultan más costosos que lo que se recibe. No hay campaña política que no sea costosa, por eso los idealistas o los románticos mejor que se busquen una buena chequera que aguante paraguas, calcomanías, gorras, placas, suéteres, banderas y demás “gimmicks”, adicionales a los dirigentes naturales autoproclamados y los pseudo analistas políticos que consiguen escenario por medios cuestionables. Como bien dice el dicho, “por la plata baila el mono” y cuando la consigue, elige otra pieza y baila al son que le toquen.