Por: Dr. Grimaldo Córdoba
Para nadie es secreto que lo que antes se conocía como el estilo de vida del panameño, ha sido notablemente trastocado sin distingo de grupo, estrato, condición, religión, edad o sexo por la inseguridad “in crescendo” que desde hace años decora todo compendio informativo, tabloide, noticiero en general y es importante tema de conversación en todas las esferas y entornos de la vida del panameño.
Y es que si vemos el problema de forma objetiva y sin pasiones, visualizamos que ninguno de los paliativos que se han pretendido implementar para contrarrestar el impresionante problema de la inseguridad ha ofrecido mejoría alguna. La inseguridad es un problema de Estado y del cual la sociedad civil forma parte importante; así mismo el aparato de Gobierno en su totalidad, las Organizaciones Cívicas, la Empresa Privada, la Iglesia, los Partidos Políticos, etc.
Se podría decir que a quien la inseguridad panameña no afecte, debe sentirse ajeno a la búsqueda de su solución por lo que TODOS jugamos un papel protagónico en iniciar y sostener la transformación que nuestra sociedad requiere y devolverle la confianza al pueblo, además del derecho de poder habitar libre y dignamente el terruño que llamamos Hogar.
Las iniciativas gubernamentales deben ser contundentes en la reestructuración de la Policía Nacional donde nuestro pie de fuerza debe ser motivado e incentivado con mejores condiciones laborales, mejor armamento, transporte, equipo de inteligencia. A su vez nuestros policías deben tener soluciones habitacionales dignas y separadas de poblados donde la delincuencia agobie o perturbe la paz de estos y de sus familias (Propuesta de Gobierno de Martinelli-Varela).
El principal administrador de justicia es el oficial de policía y precisamente a quien se le debe elevar su autoestima y proteger como “aquel que expone su vida diariamente al servicio de todos”.
El fracaso de la Policía Nacional y de sus políticas internas ha traído consigo las deserciones masivas de los últimos 5 años, el aumento de la corrupción entre sus filas, la frustración y la ineficiencia de esta Institución que ha sido víctima de un Gobierno sin iniciativas coherentes y sin la voluntad de mejorar el día a día del panameño.
El Gobierno Central debe rescatar también el moribundo Sistema de Educación que ha tocado fondo durante esta administración.
La educación en Panamá ha llegado al punto donde se ha perdido toda calidad en la preparación y formación del estudiantado aumentando a su vez el índice de fracaso escolar, la deficiencia académica y la abismal desigualdad entre la educación oficial y privada. Actualmente ya más del 50% de los estudiantes que aplican al examen de primer ingreso de la Universidad Nacional, lo reprueban y no es más que el resultado de un sistema colapsado que diverge con la orientación moderna de la formación de estudiantes con la visión del siglo XXI para continuar así con sus estudios superiores o preparación técnica.
El resultado: Aumento del bajo índice académico universitario, desmotivación y abandono de las carreras, informalidad económica donde muchas veces se incluyen actividades poco convencionales e ilegales que se ligan íntimamente con violencia y otras prácticas que llevan a la misma.
Mejoramiento del entorno del panameño: Es cada vez más difícil que un panameño mantenga una alta moralidad, cartera de valores, deseo de superación y vocación de servicio si no hacemos de sus barrios lugares dignos para la convivencia, la vida pacífica en familia y no donde nuestra gente empiece a verse como “prisionero de sus propia viviendas”. El Gobierno debe incrementar y apoyar programas y agrupaciones entre vecinos que impulsen actividades positivas como las culturales, deportivas y recreativas donde se establezcan vínculos sólidos con los dirigentes comunitarios y Gobierno Local.
El Gobierno actual ha quitado la mirada a la necesidad imperativa de implementar cuanto antes los proyectos de Descentralización donde el rol de contacto directo y la atención de problemas básicos reposa sobre los Municipios y Juntas Comunales; modelo implementado en muchos países de América Latina y el mundo entero con resultados de franca mejoría.
El próximo Gobierno deberá también y de forma expedita replantear todo lo referente al Sistema Penitenciario Nacional ya que es imposible administrar penas ejemplares a quienes delinquen y convertir este tiempo de privación de libertad en una opcional rehabilitación del individuo, ya que la situación en que se encuentran nuestros principales centros de rehabilitación son penosos. Nuestras cárceles son Universidades del delito ya que no cumplen siquiera con las condiciones básicas de bienestar general como privacidad, atención médica, alimentación y agua potable por mencionar algunas. Lo infrahumano del sistema ha traído consigo de igual forma la corrupción entre administrativos y oficiales de los centros, el tráfico de influencias, alcohol, drogas y otros vicios, violencia, privilegios por encargo y muchos otros agravantes que trastornan al privado de libertad convirtiéndolo en un potencial reincidente del delito y desarrollándole una mentalidad resentida, vengativa y alejada de la realidad.
En definitiva y partiendo del núcleo de la sociedad panameña, la familia; es donde empiezan nuestros deberes como ciudadanos fundando instituciones de valores; además contribuyendo en la justa medida con nuestro entorno inmediato (nuestros barrios y comunidades). Luego los Gobiernos Locales que en conjunto con líderes de base y jefes de familia, velar por mejorar siempre las condiciones de convivencia de todos por igual. El Sistema Educativo debe retomar los niveles de excelencia para que nuestras futuras generaciones cultiven valores y se encaminen al trabajo honrado con inducción a la visión progresista y moderna más el incremento de las opciones de carreras técnicas. Una Policía Nacional que vele por proteger a los buenos panameños y sacar de nuestras calles a quienes insisten en las costumbres deshonestas, con eficiencia y justicia. Finalmente un Sistema Penitenciario donde la gran mayoría de los que delinquen puedan reformar su conducta siendo debidamente orientados en las oportunidades que pueden aprovechar una vez reinsertados en la sociedad.
El autor es médico y candidato a Diputado Suplente del Circuito 8-8 por el Partido Panameñista.