Este día ingresará a la historia y no pasará desapercibido. No se trata de la firma de un pacto electoral más en nuestro proceso de recuperación democrática de los últimos 24 años.
Los candidatos presidenciales suscriben hoy un compromiso Ético Electoral con un testigo de honor del nivel del expresidente Carter, a quien Panamá le debe tanto.
Hay que comenzar por recordar que Panamá fue pionero en la promoción de los pactos ético-electorales en América Latina, y la ocasión es propicia para enfocarnos en destacar que estamos de vuelta en la USMA, donde nació el primer pacto del continente, bajo el auspicio de monseñor Marcos Gregorio McGrath, arzobispo de Panamá, y de monseñor Carlos María Aris, obispo de Colón, porque fueron esas dos las primeras diócesis que asumieron la responsabilidad de la creación de la Comisión de Justicia y Paz; y a la que, prontamente, se sumaron las demás diócesis del país.
No podemos dejar de reconocer, también, que fue el padre Néstor Jaén, a quien se le ocurrió la necesidad de involucrar la ética en la política, iniciativa que finalmente culminó en ese primer Pacto de 1993, firmado en el gimnasio de esta universidad. Ese primer compromiso público, suscrito por una clase política, que a duras penas podía verse el uno al otro, lo que se logró gracias al Encuentro de Bambito, auspiciado por el PNUD. Pues, ese primer pacto fue una prueba contundente del compromiso de los panameños de apostar por la paz y la reconciliación, y de su capacidad para cumplir con la palabra empeñada.
Había que tener visión en aquel momento de crisis que azotaba al país y hay que aprovechar ese evento para reconocer a los visionarios que se expusieron a las críticas de los incrédulos que jamás soñaron darles valor a conductas y sanciones morales. No faltaron las críticas de quienes lo consideraron utópico, iluso o una quimera; pero con sueños se construyen los países y se lucha por las democracias.
Pero la realidad fue otra: faltando pocas semanas para las elecciones, ningún candidato quería ser sancionado por temor a que le restara votos de parte del electorado.
Al inicio, algunos pretendieron enfrentar al Tribunal con Justicia y Paz, alegando que su observación representaba una desconfianza en nuestro trabajo, pero como hemos venido trabajando hermanados en el principio de la transparencia, nuestra colaboración fue otro ejemplo para el continente. Cuando han hecho falta recursos para observar los procesos electorales, el Tribunal ha salido al frente en todo lo que ha podido para que no dejaran de vigilar nuestro trabajo con el celo y ética que los ha caracterizado.
El Pacto Ético Electoral “Santa María La Antigua” trajo consigo la observación electoral nacional, que carecía de todo precedente en nuestro país. La red de voluntarios que ha logrado organizarse y activarse al amparo del pacto, ha sido una permanente aliada en todas nuestras elecciones y consultas populares. Igual hay que reconocer la dedicación clave que le proporcionó al país, el padre Fernando Guardia, en el inicio de esta importante red de observación de Justicia y Paz.
El acto de hoy, que se honra con la presencia y firma del presidente Carter, quien nos acompañó en nuestras primeras elecciones generales de 1994, y quien, con el Centro que lleva su nombre, inició sus observaciones electorales, precisamente, en Panamá, observando las de 1989, nos permite destacar que ningún otro pacto en el pasado ha contado con la adhesión de tantas organizaciones a nivel nacional, gracias a la tenacidad de la Conferencia Episcopal y de la Comisión de Justicia y Paz, que nunca perdieron la fe en los principios y valores, y en la necesidad de actuar con ética en la política por más clientelismo y relajamiento que la falta de las normas legales adecuadas, quieran permitir.
La firma de este pacto compromete públicamente a quienes lo suscriben -y en particular a quienes aspiran a dirigir los destinos de nuestro país-, a desarrollar, directa o indirectamente, una campaña basada en valores en la que se respeten los principios éticos y democráticos, dando así su cuota para que el proceso electoral culmine en el clima de paz, libertad, transparencia y respeto a la Constitución y la ley, que nos merecemos todos los panameños.
Es una nueva oportunidad de mandar un mensaje alto y claro en la defensa de la equidad, rechazando la violencia, la intimidación y cualquier mecanismo velado que atente contra el libre y responsable ejercicio de los derechos y deberes políticos.
Cada cinco años se nos ofrece esta oportunidad de creer que la ética en la política es, en efecto, posible. Como lo fue en ese primer pacto y los sucesivos, frente a los cuales los líderes políticos y contendores que lo firmaron en cada elección, fueron capaces de cumplirlos; no porque existieran leyes, sino porque empeñaron su palabra.
La decisión que se materializa hoy, es ya una conducta ética, porque implica que ha existido un momento de reflexión para sopesar las ventajas y desventajas que conlleva el comprometerse en los términos del Pacto; donde se enfrentó el egoísmo al bien común, prevaleciendo este último; y ganando con ello Panamá.
Y cuando gana el país, ganamos todos.
Muchas gracias.