Por: Alberto E. Fadul N.
Por ser la Ética parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones individuales de las personas, podemos afirmar que ella forma parte integral de su actuar respecto las acciones realizadas en la ejecución de sus actos vivenciales, sean estos de la naturaleza que sean. De acuerdo a nuestra moral Judeo Cristiana, se trata de una forma de vida, de un compromiso permanente cuya violación es inexcusable ante la propia persona y aquellos que conocieron de la o las acciones violatorias.
A lo largo de la historia de la humanidad, las personas experimentan situaciones que les enfrentan al reto que demarca el empleo de la moral cierta o la relativa, cuando asoma la bifurcación en el camino de sus vidas diarias. Es por tal motivo que ésta, la moralidad relativa, es una parte de la consideración social que debe tratarse con seriedad y preocupación, con cero tolerancias, sin darle espacio alguno a su crecimiento obstinado. El actuar ético debe ser tan natural como el respirar, no existe en ello la moneda de dos caras. El actuar anti ético genera una mancha oscura, casi imborrable, que perseguirá a las personas para siempre, a pesar de su actuar moral en cualquier otro u otros segmentos de su actividad vivencíal.
Hoy, al verificarse la percepción de que contamos con una mayor tolerancia respecto de la moral relativa, debemos ser certeros en combatirla, con el propósito de evitar la facilidad con que se pretende esquivar el actuar moral íntegro, en violación de la ética personal. La permisividad que a diario observamos, nos debe orientar a combatirla con la finalidad última de menguarla. El dejar pasar, con mayor frecuencia, mediante acción propia o la tácita aceptación, las aplicaciones relativistas de la moral, nos dificulta el fortalecimiento y la comprensión de que es o no verdaderamente moral y, por ende, corresponde al actuar ético “per se”.
Muchas personas consideran oportuno clasificar la moralidad o inmoralidad de los actos personales de otros, sectorizando los mismos: así tienden a pensar, sobre una determinada persona, muy a pesar de un actuar anti ético determinado, que la misma es una buena madre o padre de familia, va a la iglesia, es muy buen amigo(a), esposo(a), ciudadano(a), su participación en la política es ejemplar, es excelente trabajador(a), escritor(a), etc. olvidando que el actuar ético es de carácter genérico y por tal razón no puede ser sub dividido es su consideración general sobre determinadas personas.
En nombre de la libertad de expresión, se permite el uso de cuñas publicitarias alejadas de lo moral, igual ocurre con la transmisión de programas radiales o televisivos. En el discurso político, atacando a un opositor con falsedades o exageraciones inciertas. En la guerra, la toma individual de decisiones, instantáneas, que ocasionarán la muerte de algunos pocos, con la intención de salvar las vidas de muchos “iactura paucorum serva multos”. El amiguismo hacendista, el clientelismo político con fines personalistas, las influencias mal ejercidas, la planificación de actos motivados sólo por el interés personal, las malas intenciones, el acto oportunista que obvia principios o valores fundamentales, el actuar arrogante, la ambición desmedida, la violación intencionada de procedimientos o reglas conocidas, representan actos carentes de la moral cierta y perfeccionan una clara violación a la ética personal. Las violaciones a la Ética facilitan las acciones corruptas; por ende, es lógico asumir que el fortalecimiento ético debilita el actuar corrupto, disipa la oscuridad personal o administrativa y da paso al actuar transparente.
Aquellos que aspiran a demostrar la importancia vital de la ética personal en el actuar institucional del sector público y privado, no deben permitirse el análisis de perspectivas relativistas, la seriedad de sus objetivos debe ser constante y transparente. No se trata de algo subliminal, todo lo contrario, es una finalidad exigente que aspira a un elevado principio social de equidad con propósitos altruistas, ya que la sumatoria del actuar ético de las personas, debe influir en sus actuaciones dentro de cualquier sector de desempeño, cuya razón de ser es la búsqueda del equilibrio personal o social fundamental que toda sociedad reclama.
Todos hablan de ética: los políticos, los científicos, los medios de comunicación, los abogados, los jóvenes, los no tan jóvenes, o sea, todos los sectores de la sociedad; por tal razón, las organizaciones publicas y privadas, así como la mayoría de las profesiones, se afanan en contar con sus respectivos códigos de ética. Temática preocupante que ha impulsado a la APEDE, en la búsqueda del actuar ético en la actividad gubernamental, a la elaboración de un proyecto de reforma integral a la Constitución Nacional, a promover y lograr la aprobación de la Ley de Transparencia, el Pacto Ético Empresarial, el Pacto de Estado por la Justicia, nuestra CADE 2003, sobre la justicia; la CADE 2006, sobre los partidos políticos; la CADE 2007, sobre el concepto de Institucionalidad; nuestra propuesta formal para hacer más transparente el proceso de escogencia de los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, y muchas otras actividades que siempre procuran ir, certeramente, al contra ataque de la corrupción gubernamental. Dolorosamente tenemos que aceptar la triste realidad de que a la Sociedad Civil, a lo largo y ancho de sus luchas y particularmente en la actualidad, le queda mucho por alcanzar. Aún el respeto a los proyectos producto de la participación ciudadana es algo que los gobiernos de turno procuran evitar, desconociendo su profundo valor democrático.
En lo individual, mirémonos por dentro, seamos seriamente analíticos de nuestro actuar personal, familiar, profesional y gremial. La auto crítica es el método más valioso para fortalecer nuestro actuar ético. En lo público y privado, en materia institucional, critiquemos con dureza y grados de efectividad, las auto alabanzas negativas de quienes dicen ostentar Códigos de Ética, sin los mecanismos adecuados para su divulgación interna, reconocimientos, sanciones por incumplimiento, auditoría, etc.
¿Donde están las auditorías externas de estas instituciones públicas, cuyo manejo se genera con los fondos del pueblo panameño? ¿Realmente podemos darnos el lujo de no criticar de manera impactante la agobiante corrupción que tan fuertemente azota nuestra sociedad? Debemos hacerlo como parte de un plan integral, serio y cierto, que lleve al conocimiento del público en general, cuáles instituciones públicas se merecen nuestro apoyo y respeto, así como cuáles no y qué debemos de hacer con ellas.
Considero que a la APEDE y a la Alianza Ciudadana por la Justicia, con apoyo de las respectivas instituciones del Estado, les corresponde enfrentarse a este objetivo y gestar un mecanismo funcional que contenga todos los elementos pertinentes y el debido acceso a las instituciones para poder llevar adelante auditorias efectivas, con sus reconocimientos y sanciones, que se harán del conocimiento del público en general, pues lo que hoy existe, para darle algún cumplimiento a este propósito, no es ni objetivo ni funcional.
Solo seis de 30 instituciones públicas cumplen “satisfactoriamente” con lo establecido en la Ley de Transparencia. Así lo reveló un informe de la Alianza Ciudadana Pro Justicia, en el que se demuestra que hay “deficiencias” en el cumplimiento de los mecanismos de acceso a la información en las páginas web y en los recursos de Hábeas data. El estudio, que se realizó entre el 31 de agosto y el 16 de septiembre de 2007, deja al descubierto que el Consejo Nacional de Transparencia Contra la Corrupción ocupa el penúltimo lugar, lo que la convierte en una de las instituciones peor evaluadas. Es vital considerar, con debido criterio la relación que existe entre el actuar ético y la transparencia: si lo primero no se da o fortalece, lo segundo será imposible de alcanzar.